¿Ha merecido la pena el cambio? por José Manuel Garrido
Eran las tantas de la noche y mi cabeza no dejaba de dar tumbos de un lado a otro. Tenía 62 años en ese momento; los huesos me decían una y otra vez que tenía que cambiar. Las fuerzas eran, si cabe, cada día más débiles y esas inexistentes ganas de moverme e intentar al menos ‘ser’ lo que antes era… una persona normal, con sus problemas, virtudes y defectos, su ocio y obligaciones, sus amigos y sus compañeros y lo más importante: las ganas de seguir moviéndome cada día, sin miedos y con todo tipo de aspiraciones. A finales de enero tuve varios encuentros con una pareja del Samur
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