Reflexiones tras una meditación
Tras mi meditación de hoy me vino un ensimismamiento que me pareció importante, me gustó y me quedé un rato más reflexionando sobre ello, pero no la apunté. Al terminar, quise escribir una bonita frase y no pude recordar. Llevo todo el día haciendo cosas con el come-come en la cabeza, intentando dejar constancia de mis pensamientos. Ahora, en algún lugar del mundo, alguien está escribiendo mi misma reflexión. Así es el universo, nos regala pensamientos que cambian el mundo, pero no será por uno, que se los olvida ¿por qué? Pues porque esa reflexión ya lo he adoptado en mi ser, ahora toca hacerlo forma de vida sin exteriorizar, pues muchas veces, y de ahí el refrán, se nos va la fuerza por la boca.
La palabra tiene una carga energética inmensa, pero ¿es por la mera palabra? ¿por la fuerza energética de nuestros pensamientos que etiquetan y lanzan ese potencial por nuestras bocas haciendo que se creen todas las realidades posibles? Intento ser muy cuidadoso con las palabras, con los pensamientos y con las intenciones pero siempre hay ocasiones en las que caigo en el error de juzgar, alterarme, mal pensar y mal hablar. ¿qué he de hacer entonces? Que el poder de la consciencia y las intenciones puedan rectificar el posible daño causado por mis palabras. Siempre nos quedará el poder de un abrazo, de las palabras “lo siento” y de una mirada compasiva. Sí, somos seres en proceso de evolución, pero en ese camino pasan momentos en los que somos victimas y verdugos. En el mundo en que vivimos, nos hacen evolucionar los trances difíciles, para que ese ser al que queremos le llegue el mensaje evolutivo perfecto, a veces, tenemos que ser nosotros los que promovamos ese evolucionar a través del “trance difícil”, ya sea con una palabra, con nuestra actitud o por nuestra enfermedad. Es entonces cuando hemos de recordar que todo está bien no solo para justificar nuestras acciones hacia los demás sino hacia nosotros mismos. Creo recordar que Nietzsche escribió en Así habló Zaratustra, “yo te perdono el mal que te has hecho pero ¿cómo te vas a perdonar tú el mal que te has hecho? La respuesta es muy sencilla, está, una vez más en nuestros corazones, con amor, amándonos, amando. Así no solo perdonaremos sino que aceptaremos, que es incluso más complicado.
Jose M Escudero