Bebé Feliz por Desam. Ferrández
Relato escrito por Desam. Ferrández. Madrid, 8 de septiembre de 2023
Decir bebé feliz es sinónimo de Irma. Así es la pequeña: feliz. Podríamos decir que todos los bebés son felices, sin embargo, la niña tiene una sonrisa muy peculiar en unos momentos muy concretos.
Cuando Irma decidió salir a la luz no hubo mucha celebración, la madre ya tenía ganas de que naciera pues estaba pesada y cansada todo el día, y los abuelos maternos no querían que naciera, aunque para esto era ya un poco tarde.
Aún con este clima, Irma nació hermosa, rosada, dulce y muy, muy tranquila, cosa que agradeció su joven e inexperta madre.
Una vez se acomodaron en el pequeño y destartalado estudio situado en el barrio de Carabanchel, cosa que por supuesto desaprobaban los abuelos, recibieron algunas visitas de parientes con los cuales todavía se hablaban, pues la familia se relacionaba poco con sus congéneres. Alguno tuvo a bien llevar un presente para la recién nacida. Cuando una bebé nace, además de un pan debajo del brazo viene acompañada de otras cosas de plástico y tela, entre uno de esos regalos que aparecieron le regalaron un móvil de luz y música para la cuna.
La novata madre no sabía cómo entretener a su bebé y decidió montar el juguete sobre la cunita. Este gira y suena con una especie de tintineo brillante y suave. Al encenderlo, la bebe se le quedó mirando atenta y soltó una carcajada, lo que hizo que Lola, su madre, se quedará estupefacta al escuchar la risa de la pequeña pues no sabía a qué edad reían los bebés, pero estaba segura que Irma era demasiado pequeña para reír de esa forma. Apagó el delicado móvil y la niña se cayó, lo encendió de nuevo y la pequeña arrancó a reír otra vez, así lo comprobó varias veces más y siempre reaccionaba de la misma manera.
La risa de Irma era indescriptible, a veces hasta soltaba un débil grito. Lola reía con su pequeña y las dos disfrutaban del regalo.
La abuela, cada vez que iba a visitar a la pequeña, le miraba el pañal y aunque estuviera casi seco, se lo cambiaba. Ocasión que aprovechaba para apagar el aparato mientras reñía a su propia hija por poner semejante artilugio tan cerca de la cara de la niña. Lola explicó a su madre que a Irma le encanta el juguete y que se ríe de una forma especial cuando lo pone en marcha, «no sé muy bien si por la música o por los haces de luz». La abuela insistió diciendo que eso le podía lastimar sus delicadas pupilas.
En cuanto se iba la abuela, Lola volvía a jugar con Irma, pareciera que Lola, con su corta edad, jugara a muñecas con su propia bebé. Encendía el móvil y las dos reían sin parar. En una de esas veces que miraba el rostro redondito de la pequeña, observó que realmente no miraba al juguete, más bien tenía la mirada un poco perdida en el espacio…
Se acercó mucho al esférico rostro y miró fijamente las grandes pupilas de la niña, allí descubrió lo que hacía reír a la pequeña, vio reflejadas como dos o tres hadas aladas bailando.
Lola pensó que el estrés la estaba afectando y veía cosas inexistentes. Tomó una foto para ampliar la visión y comprobar lo más lógico, que lo que ve es parte del iris de Irma, pero para su sorpresa comprobó que había unas especie de hadas con alas, como las de las películas.
Apagó el juguete y tomó varias fotos al aire para ver dónde se encontraban, ya que ella no conseguía verlas. Nada en la imagen más que pared y techo. Lo encendió de nuevo y repitió el disparo al aire para captar algo. Esta vez sí las pudo fotografiar.
Lola no daba crédito a sus propias fotos, las pasó al ordenador y aprovecho para buscar información sobre el tema:
Sílfides o hadas de los vientos, seres elementales que cuidan a los humanos pequeños.
Lola está tan feliz como su bebé y se siente muy agradecida por esta diminuta ayuda que marca una diferencia en sus vidas. Si la pequeña ve estos seres, no será ella la que apague la luz de su bebé o que le corte esta habilidad psíquica.
De momento será un secreto entre las dos que las unirá aún más.