Buen camino, peregrino.
Este verano he hecho unos de los muchos caminos de santiago que hay. Dicen que el verdadero camino es desde tu casa hasta Santiago pero yo, nosotros, hemos partido desde Oporto, Portugal. Lo decidimos justo la noche antes de irnos. Dejamos que el universo nos dijese, a través de instinto y señales, qué camino debíamos hacer.
260 km en 10 días, 60 en coche por una lesión de rodilla de mi compañera de camino. 200 km a pie. Un día extra de descanso por una inesperada «sorpresa» gastrointestinal.
El camino es una metáfora de la vida, nos excedemos, bajamos las defensas, posibilidad de expulsar lo que no nos corresponde, parar cuando lo necesitamos. ¡PARA!. Si no escuchas, el universo te grita.
Compartir, terminar juntos lo que juntos se ha empezado. Estar ahí en los momentos de alegría y alboroto y en los interiorizar y meditar.
Sentir el Reiki en el camino, compartir luz y sombra con otros compañeros que se cruzan, amistades muy especiales que vienen temporalmente a nuestras vidas.
Compartir albergue, cenas, agua y lágrimas, pájaras o momentos de debilidad. Superar las adversidades, encontrar nuevos retos, superar los hándicaps. Sentir el desafío con miedo y superarlo. El miedo existe pero la confianza es aun más grande. Cada paso que he dado ha servido para que llegue a justo donde ahora estoy. He seguido las señales, he confiado en mi instinto, creído en esa voz que me susurra. He visto la cara de los duendes del bosque escondidas en hermosos árboles. He sentido las alas de los ángeles revolotear a mi alrededor e incluso les he visto guiñarme los ojos.
He sentido el amor universal a través de ermitas, del polvo del camino y de un vaso de agua ofrecido con amor.
Soy uno de los 100.000 peregrinos que ha caminado hacia Santiago este año. 100.000 vidas diferentes, 100.000 caminos distintos. Cada uno vive su camino como cada uno vive una vida. Un fin, una meta, un destino pero todos peregrinos.
Qué decir?