Cataratas 2019
Desam. Ferrández. Asunción, Paraguay, 15 de julio de 2019
¡Escapada a las cataratas de Iguazú! ¡Yupi!
Realizamos una excursión a las cataratas de Iguazú durante las vacaciones de invierno, (digo invierno porque estamos en Asunción, Paraguay) Jose, pareja de camino, María, su hija y yo. Y aunque el año pasado ya estuvimos Jose y yo, nos gustaron tanto que hemos querido repetir aprovechando que María está con nosotros.
Al contemplar las cataratas de nuevo, me quedo muda, sin palabras, igual que me sucedió el año pasado.
Admiro la maravillosa creación de la mano de…llámale X, no importa el nombre que le des al Creador, solo importa ser consciente de la grandiosidad de la naturaleza que está delante.
Lloro de gratitud. Me siento diminuta de tamaño y a la vez grande por poder estar al lado de las cataratas. Las peticiones se cumplen y las lágrimas acompañan en forma de agradecimiento a las gotas que se han salido de su camino y rozan mi rostro.
Da igual hacia dónde mires, toda cascada es magnífica, colas de caballo enormes peinan la montaña, adornándola cual broches en movimiento. Arando surcos en sus duras piedras, como si le quisieran demostrar a la montaña que no es tan dura, ya que permite que miles de gotas acaricien su superficie.
Cualquier palabra en superlativo se queda corta para expresar lo que he sentido. La inmensidad me rodea, me recreo en las formas hermosas creadas por el agua, observo los rostros extasiados ante tanta belleza y casi exploto con tanta energía.
Por eso no encuentro las palabras adecuadas para explicar esa emoción que embarga todas las células de mi cuerpo.
Se puede decir que he estado disfrutando con la fiesta del agua que han celebrado las cataratas, donde millones de gotas se han lanzado por altísimos trampolines. He visto como algunas gotas se empujaban impacientes, otras estaban en la cola calmadas mientras esperaban su turno, algunas deciden seguir adelante por la zona tranquila mientras tienen dudas, varias aparentan sosiego hasta que llega el momento y se aceleraban tanto como sus compañeras, queriendo llegar al precipicio para lanzarse en grupo y así soltar el resultado, solo importa la experiencia del momento.
La escena invita a que te lances, lo pienso, me dan ganas de acompañarlas en sus acrobacias mientras caen hasta el cauce del río, reír con ellas mientras gritan cuando el vacío ya está bajo sus pies.
En la misma escena la vegetación se agarra con uñas y dientes a cualquier grieta felices por la diversión y el panorama que presencian.
Cómo me hubiera gustado estar sola para sentarme y observar la caída del agua durante horas, escuchar la música que crean las gotas en su camino y llorar sin tener que ocultar las lágrimas que insistían en salir al sentir tanta energía y emoción, creo que también sentía la felicidad y el asombro de las personitas que me rodeaban. Se mezclaban las emociones, ¡que hermosa panorámica! Esa que luego es imposible captar a través de la foto o el video.
En ocasiones me dejé arrastrar por la banalidad de la captura de fotos, el postureo rápido al llegar al mirador abarrotado, donde tuve que hacer cola, al igual que las gotas, para sacar la foto perfecta que me haga recordar que estuve contemplando una de las siete maravillas naturales del mundo.
Las gotas esperan en fila para arrojarse y los humanos esperamos en fila para captar el salto mortal de dichas gotas en las fotos.
En un momento de observación, donde fui capaz de salir de la masa humana que te empuja hasta el siguiente mirador, vi a un invidente, se me erizo el pelo de todo el cuerpo, pensé, quiero sentir lo que el está sintiendo, para mí, el sentir “la energía” es sublime, es muy importante.
Agradezco enormemente poder vivir esta hermosa experiencia.
También agradezco la amorosa compañía de Jose y María y la calidez de todo aquel que se cruzó con nosotros durante esos días. ¡Que bonitas personitas conocimos!
¡Que afortunada soy!