Cereales
Opinión compartida por Jose Mª Escudero Ramos, Madrid, 20 de diciembre de 2020
Desde hace unas semanas mi hija, mi gran maestra, plantea una pregunta que para ella es trascendental, léase esta última palabra sarcásticamente. Seguramente la habrá escuchado en alguna película, quizás la haya leído en algún post gracioso, el origen da igual. La pregunta que hace es ¿Qué pones primero en el plato, los cereales o la leche? Me encanta, es un juego divertido pues la respuesta invita al debate, lo cual es magnífico. Debatir, aunque sea aparentemente un tema sin mayor trasfondo, me fascina pues despierta el espíritu crítico y la curiosidad, se aprende a escuchar y a plantear argumentos.
La primera vez que me hizo la pregunta mi respuesta, sin pensarlo mucho, fue que yo pongo primero los cereales y luego la leche. A partir de ahí María comenzó una disertación sobre los dos tipos de personas que existen en el mundo: los que ponen los cereales antes y los que los ponen después. Y ahí quedó la divertida conversación.
Resulta que ayer me serví un plato de cereales observando bien el proceso, primero los cereales, luego la leche, hasta que flotan… fui comiendo según la más moderna tecnología de meditación llamada mindfulness, eso de sentir el instante en cada cucharada… Disfrutaba de mi plato cuando, de repente, por aquellas cosas que tiene el azar, me quedé sin cereales cuando todavía había leche en el cuenco (podría llamarlo bowl pero cuenco me parece una hermosa palabra lo suficientemente digna como para que no se pierda por el uso indebido de las de otras culturas, por mucho que nos quieran meter en la globalización de un nuevo orden a través del lenguaje). Continúo con mi plato de cereales… lo observo, todavía queda mucha leche… ahora tengo un dilema: ¿me bebo la restante o pongo más cereales sobre ella? Opté por la segunda opción y automáticamente me acordé del discurso de María… eché más cereales sobre la leche encontrando así la respuesta perfecta y el motivo para escribir este artículo.
Desde que somos pequeños nos hacen tener que decidir entre dos únicas opciones. La dicotomía a la que invita la sociedad actual: o ésta o aquella, o negro o blanco, una de dos, y así olvidamos que hay matices. Creo que no siempre hemos de tener criterio previo y rígido, todo se verá según llegué. Os invito a reflexionar sobre la flexibilidad, lo que se suele definir como «dejar fluir».
Lo importante de ese momento, además de disfrutar de mi plato de cereales, fue recordar la idea del respeto al derecho ajeno.
Comprobad las infinitas posibilidades que existen en el universo, con la mente lo suficientemente abierta, como para dejarte sorprender, día a día, por cada una de ellas.
Los cereales se pueden echar antes o después de poner la leche. Además, puestos a añadir posibilidades, ¿qué tipo de leche?, ¿soja, almendra, avena, arroz, coco?, ¿qué tipo de cereales? Los de arroz hinchado suenan maravillosamente cuando los pones en el plato y dan esos simpáticos golpecitos en la loza, y cuando añades el blanco líquido… ese sonido que hacen me recuerda al coro de elfos de los bosques encantados. Hay personas que toman los cereales con yogur, los preparan con especias, o añaden frutos secos, frutas… hay quien toma los cereales a puñados y quien los usan para rebozar o empanar alimentos. Recuerdo un restaurante al que íbamos cuando María era pequeña en el que empanaban una pechuga de pollo con pan rallado y hojuelas de maíz, podría decir su nombre en inglés pero no lo voy a hacer, mejor en castellano.
Tras desayunar mi plato de cereales con leche agradecí a María la posibilidad de hacerme reflexionar sobre las cosas verdaderamente importantes para que, la próxima vez que pregunte, pueda dar una respuesta acorde a la educación que se merece. No importa cómo tome cada persona su plato de cereales… Puede que haya personas que coman, o no; puede haber niños que no les guste y tengan que tomarlos; puede haber que quieran y no puedan comer… ni tan siquiera comprarlos.
El respeto a la libre elección, al libre albedrío, es esencial, es parte de nuestra esencia. Que todo el mundo pueda tener acceso a adquirirlos, que cada uno tome la decisión de cómo tomarlos y que todos tengamos libertad de comerlos o no.
Lo impuesto, indigesta. El libre albedrío es una característica nuestra, el respeto a esa ley universal hace del ser humano una especie sublime.
Buenísimo, Jose, y tu maestra María. Fantástica reflexión, de igual manera lo entiendo yo