Conductor de almas
Os voy a contar una historia, la podéis creer o no; cada uno que crea en su magia. Yo cuento nomás.
Una mañana de trabajo. Sonó el aviso. Tengo que ir a buscar a una madre con dos hijas para llevarles al colegio.
Tardo en llegar al punto de recogida más de lo normal. Me disculpo. He pillado atasco para llegar.
Entre su casa y el cole no hay mucha distancia pero hoy hay mucho tráfico.
La madre me dice con una sonrisa que vaya lo más rápido que pueda, pues llegan tarde al colegio, mientras acomoda y asegura a las niñas en el asiento de atrás.
Arranco e intento ir lo más rápido que puedo pero por las circunstancias vamos muy lento.
Para hacer más llevadero el camino hablo con las niñas; tras girar en la primera curva pasamos cerca de un parque y les pregunto con asombro si han visto saltar al duende de un árbol a otro.
Me responden al unísono que en ese parque no hay duendes.
Yo insisto que he visto a uno. Y continúo con una historia…
En cierta ocasión tuve que llevar al colegio a una familia, como vosotras, también había atasco y llegábamos tarde. Las niñas esa vez si vieron al duende, incluso intercambiaron sonrisas. Fue muy divertido. La familia y yo hablábamos de la posibilidad de hacer que el coche volara cuando, de repente, llegaron un grupo de hadas, avisadas por los duendes, para hacernos llegar volando al colegio. Literal. Entre todas las hadas alzaron el vehículo y fuimos volando. Llegamos en un periquete.
Al terminar les pregunté ¿Queréis que lo vuelva a intentar? ¿llamo a las hadas?
Me respondieron que no se lo creían. Así que tuve que utilizar toda mi magia para no quedar como mentiroso.
Mirad por las ventanillas, entrecerrad los ojos como viendo desenfocado hacia las ramas de los árboles. ¿Los veis? ¿Veis a las hadas y a los duendes?
Guiñé un ojo a la sonriente madre quien dijo que ella si los veía.
Mirad, vienen hacía aquí. ¿Habéis sentido eso? ¿Qué es? Nos están elevando. Está volviendo a pasar. Que bonita se ve la ciudad desde arriba, comento a la también soñadora madre. Ella asiente sonriente.
Hacemos el resto del trayecto hablando de la magia de la vida, del superpoder de hacer los sueños realidad, de no perder la inocencia y vivir con la ilusión de un niño para poder pasar con tranquilidad los momentos difíciles que nos plantea la vida.
Llegamos al colegio.
Chicas, despertad, ya hemos llegado. Como hemos venido volando hemos llegado enseguida.
No es cierto, no hemos volado, dicen en coro las hermanas.
¿Qué sabéis si os habéis quedado dormidas? Respondo esbozando una sonrisa.
Lo verdaderamente cierto es que el recorrido se nos pasó volando.
Que cada uno saque sus interpretaciones.
Yo sí creo en la magia.
Yo creo la magia.
Soy Cristóbal, conductor de almas.
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