Lecciones de humildad

Contemplación del Mar

Desam. Ferrández, Castellón-Madrid, 28 de enero de 2023

Fotografía de Desam. Ferrández

Ahora, en este justo momento, entiendo perfectamente a los escritores que se aíslan, se alejan del mundanal ruido de la ciudad para poder conectar con esa musa que les inspira y hasta les susurra las palabras que tienen que plasmar en una página en blanco. Para ello se van a un bosque o a la proximidad del mar.

En el mar no hay silencio. Sin embargo, el mar relaja, tiene ese algo que te hace sentir paz. En cuanto te alejas dejas de escucharlo con tanta intensidad, pero si estás cerca, el ruido es estentóreo y aún así llega la quietud con la capacidad de la observación, donde en lugar de dar libertad a la mente la acotamos para estar pendientes del ruido de las olas y hacerles hasta una valoración, a ver cuán alta o grande era esa ola, siguiéndola con la vista mientras se retira; y ese sonido casi continuo e intermitente, ese ribete del mar donde se producen burbujas.

Burbujas de todos los tamaños, o sea, vacíos de todos los tamaños.

Vacío, como cuando intentamos en nuestra mente acallar a la loca de la casa de la cháchara imparable e inservible.

Vacío, esas burbujas son vacío de agua y la gota es lo contrario, la plenitud de agua en su mínima expresión.

Burbujas sinuosas, a veces tan efímeras y sutiles compuestas de vacío que sin embargo son capaces de marcar la arena y hasta dejar huella donde han estado.

Igual que nuestros propios vacíos. Yo soy vacío por dentro. Es verdad que tengo órganos y también vacíos, asimismo puedo marcar la arena donde piso e incluso voy más allá, marcar el vacío de los otros humanos, no llenándolos porque no lo necesitan, pero sí marcándolos con esa burbuja o chispa.

En el mismo paisaje observo el perfil de las montañas donde ribetean con su puntilla verde el límite de la tierra, y desde ahí cielo. Entonces, si a partir del extremo más alejado de la montaña está el cielo, a partir del punto más alejado de mí en cada momento hay cielo.

Durante esta observación contemplativa también me fijo en los millones de cascarillas de crustáceos que descansan en la arena, ¿cómo es la muerte de una almeja? Pierde la vida, se abre, sirve de alimento y la cáscara permite ser balanceada hasta su destrucción.

Esas mismas burbujas, o sea, ese espacio hueco o vacío, cambia depende de cómo lo mires.

Si vas de espaldas al sol se ve una burbuja perfecta, pero si vas de cara al sol esa burbuja desaparece creando un brillante.

Un brillante maravilloso sin forma definida, que podríamos decir que está vacío, una película traslúcida del líquido elemento, rozado con delicadeza envolvente por el maravilloso sol originando un reflejo sin límites, sin bordes que solo lanzan brillos y destellos hacia el que mira.

Lo demás se ha perdido en esa enorme paleta de colores y diferentes texturas. De nuevo depende con el cristal, o la localización de ese cristal, con el que se miran las cosas.

El cristal cambia mi visión de la realidad en ese momento o quizás solo mi interpretación de las cosas que ve mi pupila en un instante y así, en un santiamén, se cambia toda mi realidad.

Gracias a mi capacidad de observación puedo afirmar que no es una burbuja sino que es un brillante reposando entre granitos de energía abrazados por el Gran Astro Sol.

Doy gracias a esta JOUSKA, “conversación hipotética que tengo conmigo misma en mi cabeza”, analizando y describiendo el mar, para luego yo misma caligrafiarla sobre una cuartilla intacta.

GRACIAS.

Susurros de luz

Susurros de luz, la asociación que hace que las cosas bellas sucedan y además las cuenta.

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