Conversando con Alberto Álvarez Calero
Entrevista realizada en enero de 2021, por Jose Mª Escudero Ramos
Alberto Álvarez Calero es profesor de música de la Universidad de Sevilla, director de orquesta con mucha proyección, autor de decenas de libros técnicos de música y de uno que nos ha encantado y del que hicimos reseña en enero «La importancia de la escucha y el silencio». Conversando con Alberto nos damos cuenta de que es un hombre con sentido común y sentido del humor, además tiene un gran amor por la familia, por la música y por la docencia.
Gracias por dedicarnos tu tiempo.
A vosotros.
Maestro de futuros maestros. Creo que deberíais ser de los profesionales mejor pagados y reconocidos. En vuestras manos dejamos el futuro de nuestros hijos y, por ende, de la sociedad.
Tú lo has dicho, tenemos mucha responsabilidad. En veinte años, o más, que llevo en el mundo de la enseñanza, he visto una transformación, no digo ni mejor ni peor, un grado muy diferente. La sociedad actual está cambiando por lo que también tenemos que ir cambiando los maestros.
Los que deciden qué se ha de estudiar, al final, son los ministerios y consejerías.
Totalmente de acuerdo. Mi última lucha personal es conseguir que den más importancia a la música, no porque yo sea profesor de música, sino porque considero que las artes son muy importantes, no son solo un entretenimiento, sirven para observar y reflexionar. Quizás no tenga mucha utilidad aparente, hoy se busca la utilidad en todo. La observación es algo muy importante que se echa mucho de menos en la sociedad actual y si no observamos somos prácticamente monigotes que nos movemos sin saber lo que hacemos ni a dónde vamos. Para hacer cualquier arte has de estar muy concentrado.
Se da poca importancia al estudio de las artes.
En los ministerios hay personas que piensan así, se da poca transcendencia a lo que son las artes. No solo la música, el teatro es, en la actualidad, una mera representación de fin de curso pero debería tener más importancia en lo que son las enseñanzas. El teatro como punto de reunión, formar parte de un grupo, cómo hacer una obra, es compartir más cosas además del momento de la actuación. Cuando hay un grupo que está haciendo algo, sea una obra de teatro o una obra musical, eso requiere un equilibrio y cada uno tiene su importancia con lo que se aprende que todos, en la unión, hacemos algo para que eso funcione. No digo que las de artes sean las asignaturas más importantes pero no tienen porque considerarse las últimas, que es lo que se sigue viendo generación tras generación en los años que llevo dando clase.
Shine es una película basada en la vida de David Helfgott, un pianista al que su padre le obliga a tocar el piano hasta la locura. ¿la conoces?
La vi hace años, además conozco una persona que me recuerda bastante al padre del protagonista. Quiere que su hija ensaye a toda hora, de forma traumática, sin dejarle disfrutar del tiempo de la infancia. No tiene amigos, no juega, no hace más que tocar el piano, sin saber si va a ser buena pianista o no. Si se estudia por obligación, y no pone corazón, al final no llegará nada más que a odiar lo estudiado.
Recuerdo que cuando era pequeño, me apunté a escuchar música clásica durante los recreos en el colegio, y luego escribía una redacción basada en los sentimientos que había sentido escuchando las obras. Lo recuerdo como algo maravilloso, amaba escuchar, meditar, interiorizar y escribir.
Estamos acostumbrados a llegar, escuchar e irnos y no a participar antes del concierto. Hace dos o tres días tuve un concierto en el que antes de empezar mantuve un diálogo con el público. Lo hago siempre que puedo. No solo les cuento algo sobre el programa, sino que les pido que hablen sobre ello, que me pregunten. Es muy importante ese diálogo que se crea. Funciona muy bien, gusta mucho a la gente. Un hombre vino tras el concierto y me dijo “Alberto, te has metido al público en el bolsillo desde el primer segundo”. Yo decía al público, entre otras cosas, que «la música no es solamente entretenimiento, vamos a compartir durante una hora reflexión, un silencio, y eso significa mucho». Una hora, hoy en día, todos juntos y a la vez, invita a darse cuenta de la importancia del silencio. Para una sociedad que da prioridad al ruido y a la imagen por encima de todo, desgraciadamente el sonido no tiene importancia.
Afirmas en tu libro que el silencio es sonido también.
Cuando digo silencio no es que estemos callados nada más, es que estemos educados a escuchar. El silencio es sonido también. Cuando uno sale a dar un paseo y se encuentra con un amigo o un familiar, dice «me he encontrado con tal o cual persona» pero no se te ocurre decir qué sonido has escuchado. No se le da importancia. Sería interesante meditar sobre qué es lo que estamos escuchando continuamente. Yo, como músico, escucho mucha música clásica cuando estoy estudiando tal o cual obra para poder interpretarlas, pero cuando no, prefiero estar en silencio.
¿Y para leer?
No concibo la lectura con música de fondo.
Mejor el silencio exterior para escuchar, cuando lees, a los personajes del libro.
Efectivamente, cuando lees escuchas la voz de los personajes, la imaginas.
¿Por qué escribiste «La importancia de la escucha y el silencio?
El libro viene de una inquietud sobre el lenguaje no verbal. Hice varios cursos sobre este tema y desde entonces me fijo mucho desde los pies, cómo se colocan, hasta el gesto de las manos, la cara, etc. Hubo otro momento muy importante, y es que tras coincidir en un tribunal de una tesis, charlé con un colega de Granada quien me habló de un artículo sobre la Pedagogía del Silencio, del filósofo catalán Francesc Torralba. Lo leí y me impactó. Desde entonces estoy reflexionando sobre estos temas. También me ha hecho reflexionar sobre todo lo contrario, una mala experiencia con el ruido. El típico vecino bastante maleducado que pone la música a toda voz justo a partir de las 10 de la noche. Me molestaba siempre, aunque fuera a las 7 de la tarde, porque no quería compartir su música, fuera interesante o no. Esto me hizo ser más sensible a la importancia del silencio. Estos factores completamente opuestos me hicieron ser sensible sobre lo que es el silencio y la escucha. El silencio y la escucha van unidos. Gracias a ese antiguo vecino maleducado (acabé mudándome de allí), le doy mucha importancia al silencio en los lugares públicos.
En qué buen momento salió el libro, estando confinados en casa o viviendo un silencio obligado.
Un silencio obligado pero gracias al cual nos puede ayudar a reflexionar realmente. Una cosa que yo hablo mucho en clase es que a muchos de mis alumnas y alumnos no les gusta estar en silencio en casa. Encienden la televisión o la radio de fondo. Se tiene miedo a estar en silencio porque te obliga a enfrentarte a tus pensamientos. Salvo excepciones, nosotros hemos educado en nuestra casa a los niños a no tener que estar comiendo con la televisión puesta, cosa que antes no hacíamos, por cierto. Hemos descubierto que con la tele no hablamos entre nosotros. Con la tele apagada mantenemos un dialogo, eso nos enseña a estar en silencio, esperar nuestro turno, respetar los momentos de silencio mientras la otra persona hable y así poder escuchar.
Respetar el silencio familiar.
Al estar en un entorno familiar no tienes que rellenar el silencio. Es decir, si tú estás con un extraño, en ocasiones algunos segundos de silencio son violentos, se siente una frialdad… Con la familia o con amigos eso no pasa. Se da importancia de una forma natural a lo que es el silencio, pero a veces no somos conscientes de eso.
Durante toda la pandemia, y en especial durante el confinamiento, el ruido está llegando en forma de exceso de información que no nos permite estar en ese silencio mental tan necesario.
Hoy en día se da mucha importancia a la persona que habla mucho. Si estamos en una reunión, la que acapara la conversación se cree que es la que más sabe, pero esto no es así. Realmente la persona que esté escuchando, observando todo, en silencio, es quizás la más inteligente, la más interesada en esta conversación, la que está escuchando muy atentamente y no habla por hablar. En internet ocurre que hay personas que está continuamente hablando, la que no puede estar un día sin manifestar su opinión. Al final se acaba haciendo ruido igualmente, no hablando. A mí me gusta la tecnología, las redes sociales, pero es verdad que pueden acabar siendo un problema. Eso habrá que valorarlo en un futuro, pero hay que educarlo en el presente.
Haces en tu libro un buen listado de los diferentes tipos de silencio, la censura es otro tipo de silencio, esperemos que no nos callen. También la película Los gritos del silencio nos enseña el grito silencioso de los campos de prisioneros, de concentración… esperemos no se repita.
Recordemos que Messiaen compuso su Cuarteto para el fin de los tiempos en el campo de concentración de Görlitz y allí mismo fue estrenado.
Sí, es una obra que remueve las entrañas.
Porque refleja crispación. Otro ejemplo de la música y la guerra, el soviético Dmitri Shostakovich. Su música refleja una época, el Stalinismo, él formaba parte del gobierno, lo que no se sabe qué es lo que él pensaba. Se cree que no estaba muy de acuerdo con el gobierno, y sus sinfonías reflejan esa discrepancia, esa tensión.
El arte puede ser propaganda pero también puede ser disidencia. Por eso es importante la libertad artística y el pensamiento crítico.
Shostakovich es de nuevo un gran ejemplo de esto, de lo que le hacen decir y de lo se sabe que dice.
¿Dónde se encuentra silencio?
Cuando vamos a un pueblo pequeño el protagonista es el silencio, cosa que en una gran ciudad es imposible. En un paseo por el campo, el silencio te permite escuchar otro tipos de sonidos naturales. También es verdad que en una ciudad grande se puede escuchar el silencio si uno quiere.
Personalmente me encanta pasear por los cementerios de Madrid pues es donde más silencio puedes hallar.
Las iglesias son lugares donde puedes encontrar silencio y los museos también deberían serlos pero lo cierto es que no siempre lo encuentras allí. Durante el confinamiento las ciudades se quedaron en silencio. Hace poco comenté con mi hija que las calles del casco antiguo no están hechas para los coches. Cuando paseamos por el centro de las diferentes ciudades, escuchamos otros tipos de sonidos.
Con respecto a los auditorios de música, ¿el público sabe estar en silencio?
Mozart decía que es más importante el silencio que las propias notas. Sin el silencio no se puede entender la nota anterior ni la posterior. Ahora estoy intentando educar al público de mis conciertos a que mantengan el silencio entre un movimiento y otro, y de querer aplaudir lo hagan solo al final de la obra, pues considero que el silencio entre movimientos es parte de la misma obra. Muchas personas aprovechan esos silencios entre movimientos para toser, moverse, hacer ruidos. A todos nos gusta ver una película sin anuncios, sin interrupciones, pues en los conciertos ocurre igual, no debería interrumpirse una obra. Soy muy sensible a los ruidos, me molesta mucho que el público hable durante el concierto.
Y ya que suene un móvil en mitad de un concierto…
Más de un director ha abandonado el auditorio. Barenboim hace dos años interrumpió un concierto en el Palau de la Música de Barcelona ante la ola de toses del público. Unos años antes, en el Auditorio Nacional, el director inglés William Christie dejó de dirigir “El Mesías” por el sonido de una llamada a un teléfono y dijo “usted se acaba de cargar una obra de arte”. Que suene un teléfono durante una interpretación es como entrar a un museo con un refresco y derramarlo sobre un cuadro.
¿Por qué no gastamos horas y horas en decir lo bueno que es escuchar?
Tiene mucho que ver con la educación, sea en un colegio o sea en casa. Si la sociedad fuera muy consciente de todas las percepciones, no solo de silencio, sino de los olores, etc. sería totalmente diferente, más tolerante. Si se le da importancia a la percepción, se es consciente de todo, lo que es la atención plena al fin y al cabo.
¿Cómo podemos hacer para educar en el silencio?
Reconozco que es muy difícil pero podemos intentarlo, entre un libro, o varios, los talleres que se puedan hacer en los colegios, en bibliotecas, charlas, conferencias… Pero vamos contra natura, pues la sociedad pide justo lo contrario. Si los que somos conscientes de la importancia del silencio pudiéramos conseguir algo sería positivo para la sociedad.
Lo mejor es que vean el ejemplo de vivir respetando el dialogo, los silencios, la escucha, la observación.
Hace dos días, antes de ese concierto que te he dicho, los ensayos son siempre muy intensos y a veces cada uno quiere dar su opinión, cosa que no debe de ocurrir pero pasan cosas técnicas que hay que ver. Hablando con una solista de la sección de cuerdas me decía «yo estaba observando y escuchando», y me gustó mucho esa frase. Una gran música por cierto, y es que se notaba, trabajaba muy bien en los ensayos porque estaba muy en silencio, mirando, escuchando y no hablando. Desde el punto de vista técnico ella estaba aportando mucho porque era muy consciente de todo lo que estaba pasando musicalmente, cómo había que hacerlo de una forma o de otra, más fuerte, más piano, más rápido… Trasladado al ámbito laboral, por ejemplo, personas que están codo con codo y no se escuchan, sinceramente, el resultado no creo que sea bueno. En el caso de las parejas o de las familias, igual. Personas que están todo el día enfrentándose porque no se escuchan, no tienen que opinar igual pero se puede llegar a un acuerdo si se escuchasen.
El respeto.
Sí, cada uno tenemos una opinión, a veces coincidimos y otras no, pero no debemos hablar categóricamente, eso dice mucha de la debilidad sobre sí mismas.
El silencio es para la palabra tan importante como para una nota musical y en la sociedad actual decimos demasiadas palabras sin respetar los silencios.
Tengo que hacer una referencia, negativa en este caso a los políticos, porque los políticos reflejan lo que es la sociedad y viceversa. Ponemos a los políticos, que vemos todos los días en la tele, como modelo, y el modelo es que yo “hablo, hablo, hablo y no escucho”, “tengo razón y discuto como sea con tal de estar por encima”. Esto lo vemos continuamente, por lo menos en España. Parece que en cualquier discusión, en cualquier tema, tienen que estar por encima.
Queremos ganar conversaciones.
Sí, ¿por qué tenemos la obsesión de querer ganar una conversación? Si pensamos diferente no pasa nada, si escuchas seguro que algo aprendes y no hablar por quedar encima de la otra persona. Tenemos a los políticos como mal ejemplo, quizás ellos deberían cambiar un poco también. En otros sitios no ocurre eso, como el caso belga: se han puesto de acuerdo la izquierda y la derecha para gobernar, cosa que es impensable a día de hoy aquí. Ojalá lleguemos a un consenso en cuestión de educación.
Dinos una película que te haya marcado la vida
Es difícil decir solamente una porque me gusta mucho el cine: El piano, o la trilogía Tres colores: Azul, Blanco y Rojo del director polaco Krzystof Kieslowski. Amadeus, la vi cuando yo tenía 17 o 18 años. Desde el punto de vista musical me marcó aunque tiene sus defectos desde el punto de vista historicista. Estoy enamorado literalmente de la música de Mozart y de su personaje. Cada vez que sale un libro nuevo sobre su biografía, me lo compro. Lo admiro profundamente. Uno de los aspectos de la película que no es verdad es cómo muestra a Mozart, un tanto frívolo. El padre era muy estricto, obligaba a ensayar horas y horas al pequeño y a su hermana. Ambos iban de gira juntos, hicieron miles de kilómetros por toda Europa pero la fama la tenía él. Ocurre igual con Fanny Mendelssohn, firmaba su hermano porque a ella, por ser mujer, no la iban a publicar nada.
Entonces, también se puede hablar de los silencios de la historia…
Así es. Cuando Mozart estrenó La flauta mágica, le quedaban tres meses de vida, eran sus últimos momentos. Se cuenta la parte frívola de su vida y Amadeus (que en verdad lo llamaban Amadé) tiene una parte de vida muy sufrida.
Dinos un libro que te haya impactado.
El nombre de la rosa de Umberto Eco, del que también hicieron una maravillosa versión cinematográfica.
Si tuvieras la posibilidad de volver al pasado y encontrarte con el pequeño Alberto de 16 años, ¿qué consejo te darías?
Quiero ver en positivo que uno reconozca los errores, lo malo sería que no se reconociera nada. La lista puede ser muy larga, si uno empieza… Si hubiera hecho otra cosa… «Reconoce los errores» me diría.
Cuando reconoces el error, se convierte en éxito.
Aunque duela, es buena la reflexión. Si uno no reflexiona, no se va a poder conocer nunca nada. Hace falta una sociedad muy crítica, no todo vale.
¿Qué pregunta te harías que nunca te has hecho?
¿Qué me ha enseñado estos meses de confinamiento?
¿Y qué te responderías?
Gracias al confinamiento he hecho un planteamiento serio y he dado un salto hacia donde quiero ir en el presente, cosa que debería haber hecho ya hace quince o veinte años. Uno se arrepiente, razona e intenta mejorar lo que no ha hecho en su momento. A los 26 años debuté como director de orquesta, era muy joven realmente. Lo que me ocurrió después es que no tuve oportunidades. En el mundo artístico dependes de muchos contactos y por mi forma de ser, un poco reservado, y por principios, estoy en contra de arrimarme a alguien para a cambio conseguir un beneficio, me di cuenta con el tiempo, de que no tuve oportunidades. Eso me ha hecho pensar en los últimos tiempos, cuando fundé la Orquesta de Cámara de Bormujos, que la vida me ha dado una oportunidad de volver a meterme en la órbita de la dirección de orquesta. El confinamiento me ha hecho centrarme en eso, me he puesto como objetivo principal no dar marcha atrás, ir hacia la dirección de orquesta de una forma más decisiva. Quiero realizar lo que no hice antes, no quiero decir que quiero arrimarme a alguien, sino que quiero conseguir mi sueño realizando más cursos de formación, por ejemplo. De momento voy a debutar muy pronto como director de ópera, en Bulgaria.
Ha sido un placer conversar contigo, estimado Alberto. Pienso que La importancia de la escucha y el silencio debería ser obligado en los colegios y que se educa en la importancia del silencio para descubrir nuevos sonidos, el respeto a la escucha activa y amorosa.
Si el libro puede servir, como una gota de agua en el océano, a que la gente reflexione sobre la importancia de la escucha y el silencio, bienvenido sea.