Conversando con… Rubén Amón
El pasado mes de noviembre de 2021 pudimos entrevistar al insigne periodista cultural Rubén Amón (Madrid, 1969), impartió una magnífica charla sobre «muerte y narcisismo», en el congreso que el grupo ATRESMEDIA organiza, MABS2021 #Ideasenmovimiento. Podéis leer la reseña que hicimos a través de este enlace.
Vaya reto, narcisismo y muerte, ¿Por qué empezar una conferencia así citando a Woody Allen?
Yo creo que Woody Allen ha tratado la muerte con más lucidez que nadie y ha identificado que la muerte nos puede preocupar y nos debe preocupar pero que la mejor forma de relacionarnos con ella es hacerlo de una forma madura incluso a través del sentido del humor o del sexo. Existen alternativas para llevarte con la muerte mejor de lo que es en lugar de tratarla infantilmente o pretender que te puedes esconder con ella.
Me ha encantado una frase que has dicho en la conferencia «La muerte se esconde de nosotros pero nosotros no podemos escondernos de la muerte». En España tenemos un gran sentido del humor que nos ayuda a afrontar momentos difíciles
Somos un país tragicómico. España es un país muy oscuro y también con una gran noción de la ironía y el sentido del humor, casi son dos polos que nos zarandean. Yo creo que durante la pandemia, aparte de que se hayan producido o no experiencias relacionadas con el sentido del humor, lo que si he visto claramente es que no hemos tenido una relación madura con la gravedad de las cosas que están pasando, no hemos querido ver la importancia que ha tenido la muerte rodeándonos. Y creo que ha habido como un pacto social con los medios de comunicación, con lo ciudadanos, con los actores políticos, fingiendo que las cosas no eran tan graves como realmente eran y para tener una relación madura con la muerte, tener una respuesta transcendental a la muerte, lo primero que tienes que hacer es admitir su existencia.
Hay que mirar de frente a la vida…
Sí
Y la vida es muerte también…
Eso es, no es que sea, es que es el centro de la verdad, lo que da sentido a la vida es la propia concepción de la muerte. Empezamos a morir el día en que nacemos por eso yo no propongo un planteamiento nihilista, no pesimista. Habrá personas que se han encontrado en la tesitura de no poder soportar la finitud o no poder resistir a la angustia de la nada, yo creo que no hay nada después, por eso no tengo una percepción confesional de la metafísica, sí tengo una percepción religiosa de las cosas, que no tienen que ver con la seguridad de que hay una vida después.
Es que el hecho de vivir como si el día a día fuera una ceremonia, nos hace ser, somos, Homo Sapiens, pero también sapiens-espirituales.
Lo que nos caracteriza como especie es la noción de la finitud, la búsqueda de soluciones metafísicas que nos ayuden a sobrellevar… el arte, la cultura, como expresiones civilizadoras que sirven, sobre todo, para consolidar una noción que a mí me encanta del ser humano que es la exaltación de lo inútil. Es completamente inútil el fenómeno creativo ascético artístico y hasta filosófico, inútil en el mejor sentido de la palabra, me refiero a la exaltación de lo superfluo, es uno de los rasgos definitivos de nuestra especie, es al que nos aferramos para pintar en las cuevas de Altamira o para hacerlo, en clave contemporánea, en cualquier expresión estética que nos permita salir de nosotros mismos. Para eso sirven los artistas, es que son los mejores chamanes que he visto nunca.
Estoy haciendo ahora un curso de arte y alquimia y es muy interesante, porque también habla del arte cono espiritualidad y forma de orar
Esto es en el siglo XVIII, cuando aparece la masonería en la mejor acepción, cuando la alquimia coge ese peso y cuando toda la ilustración empieza a asomar, la iglesia oficial se arropa en los conciliábulos, en las logias y todo eso, se practica una visión de la trascendencia vinculada a la alquimia, vinculada a la estética y vinculadas a las experiencias unidas que proceden de las experiencias artísticas. A mi no me importa confundir una experiencia de una misa de Bach con lo divino, sabiendo que lo divino no existe, pero entretanto la experiencia me resulta enormemente conmovedora y satisfactoria.
Me gusta comparar el periodo de pandemia con la vida del principe Siddhartha Gautama que vivía en un palacio, no salía nunca de casa porque su padre se lo tenía prohibido pero el príncipe se escapó cuatro veces y vio la enfermedad, la soledad, la vejez y la muerte, que es justo lo que hemos visto durante confinamiento, nos hemos metido en nuestro propio castillo y hemos sido un poco príncipes, nos hemos enfrentado a la soledad, a la vejez y la muerte, morían los ancianos en las residencias, gente sola en las casas… hemos sido príncipes y Budas , en medio de una falsa sociedad del bienestar
Pero yo creo que encubriendo bastante las cosas.
Porque la sociedad de bienestar no nos deja mirar, hay que adentrarse a uno mismo, mirar a nuestro interior
Vamos a la responsabilidad individual.
Siempre
Yo creo que el individuo está capacitado y dotado para plantearse las cosas sin necesidad de dejarse llevar por las grandes sinergias. La relación con el amor en primer lugar, es una relación muy íntima, no la puedes corresponder con nada, ni con nadie, más allá de que ciertas experiencias, ciertas lecturas o ciertos hábitos, te hagan configurar una idea de las cosas. El problema, creo, es la perdida de trascendencia que se acompaña de una concepción del yo, del ego, del narcisismo, completamente desproporcionado.
Narciso y Eco
Eres tú la referencia de ti mismo y por eso anulamos el camino religioso y trascendente. Insisto que la idea de la trascendencia no es «creer en nada después», es tener una expectativa que te permite salir de tu mediocridad y por eso me puedo referir a ir a un partido de futbol para vaciarte de tu identidad, o poder irte a una ópera para sacarte de tu propia vulgaridad, participar de experiencias individuales o colectivas que tengan que ver con la ausencia de uno mismo porque creo que pensamos demasiado en nuestras propias vidas y siendo tan mediocres como somos, la vida no puede ser dichosa así.
Asistir, por ejemplo, a un club de lectura, leer a Kapucinski, «Viajes con Heródoto» y poder compartir los sentimientos que puede producir una lectura es algo maravilloso. hhabría que fomentar más ese diálogo, ese debate, en base a ciertos valores culturales y/o filosóficos, yasea viendo una obra de arte en un museo y después debatir, letendo un libro, en un cine forum…
Conozco el libro que dices de Kapucinski, además él toma noción de Heródoto en la insólita aula de una universidad donde nadie sabía quién era Heródoto y donde Heródoto refleja una idea que si yo tuviera que hacerme un tatuaje sería una frase de Heródoto: “no quiero mandar, ni quiero que me manden”. Esta expresión, esta celebración, tiene que ver con la noción del individuo y de la debilidad humana, pero no con la noción del narciso y del reflejo autocomplaciente de lo que uno hace, si Heródoto nos enseña algo, y eso es lo que nos trasmite el libro de Kapucinski, es: allí donde no había forma de hacer memoria de las cosas, porque no teníamos los métodos de los que disponemos hoy, alguien tenía que ocuparse de compilar las leyendas, las narraciones y los hechos históricos, porque lo peor sería que se borrara la huella de la humanidad por falta de espacios donde contener la memoria.
Hablando de libros,¿qué libro te ha marcado la vida? Ha habido un antes y un después de su lectura
Yo diría Kafka seguro, pero no sabría mencionarte cuál de todos. De llevarme a reflexionar más lejos que ninguno «El Proceso», pero «El Castillo» me parece una literatura fascinante.
¿Y qué película? Alguna que te haya removido
La película… diría Barry Lyndon de Kubrik, porque además la he visto de diferentes maneras y me ha acompañado durante los años. No es lo mismo verla no teniendo hijos, que teniendo hijos.
Sí, es cierto, como nos cambia la vida los hijos
De forma descomunal, esa es otra de las razones por las que en la charla hablaba de extender los lazos afectivos. El narcisismo te convierte en referencia cariñosa de ti mismo, por eso la película que me ha venido a la cabeza es Barry Lyndon porque para la estética de esa película me parece sublime y porque la peripecia del protagonista me sigue resultando enormemente atractiva.
Kubrik misterioso…
Sí, más que ninguno. 2001 es una película sagrada. Y si hablamos de Atapuerca, la escena del monolito… en contra de lo que somos, la conciencia del próximo hasta para matarlo.
Si pudieses volver al pasado y encontrarte contigo a la edad de 16 años ¿ qué consejo te darías?
El consejo que le doy a mi hijo y a los de su generación es: recuerda una cosa, somos mortales, nos podemos creer inmortales y todas las sensaciones que vivimos pueden apoyar la idea pero recuerda que eres mortal.
Muchas gracias, que lástima que no tengamos más tiempo, ha sido un placer escucharte.