Cuando salimos
Desam. Ferrández. Madrid, 09 de junio de 2021
Uno de los proyectos que Susurros de luz lleva a termino es la entrega de desayunos, cada miércoles, en los baños públicos de la Glorieta de Embajadores. Consta de café con leche caliente, bollo, zumo, plátano, snack de chocolate, mascarilla, un kit de aseo, un ticket que vale para que se duchen, libros y un poco de conversación. A veces cuando recibimos una donación un poquito más importante hasta podemos ofrecer ropa interior nueva, calzoncillos y calcetines.
Cuando salimos a llevar desayunos no pensamos en la pobreza que hay en la calle y aunque estas personas pueden estar pasando un momento complicado en su vida, no hay pobreza con ellos, hay riqueza en sus corazones, hay experiencia en su vida, historias muy agradables que comparten con nosotros y, de hecho, lo más importante de nuestras salidas no es un café con leche porque de eso tienen pues siempre hay alguna buena alma que se lo da, o algún comedor social que se lo brinda. Nosotros salimos porque nos gusta ese contacto humano, nos gusta darles la mano, mirarles a los ojos y brindarles los oídos para que tengan a bien contarnos sus historias, como cuando te sientas en el regazo de tu abuelo esperando a que cuente la batallita que ya te ha contado mil veces y que te encanta que te cuente una vez más, aunque ya te la sepas de memoria, no importa, quieres volver a escuchar esa historia contada por tu entrañable abuelo.
En la calle las horas a veces pasan lentas, cuando hace calor o el clima es desfavorable, para los amigos de la calle pasan todavía más lentas; un libro, un periódico y una buena conversación les hace más amena la vida, pero no solo a ellos, nos la hace a nosotros también.
A mí me gusta ser como esa niña que escucha las batallitas de los demás, me puedo poner en el papel del contador y vivir esa experiencia, sentir como se humedecen mis ojos al igual que los del propio narrador de la historia y que se me hace un nudo en la garganta al igual que al que está contando su historia. Creo que la vida sin historias sería aburrida.
Por suerte nos encontramos con personitas con años de experiencia y sabiduría que llevan repletas sus mochilas de leyendas autobiográficas, unas veces las cuentan ellos y otras veces las contamos nosotros y entre todos nos unimos y hacemos un círculo de escucha hermosa y liberadora.
Yo creo que solo con prestar atención a una persona, no importa si está la calle o no, ya se siente valorada, como yo misma me siento valorada cuando me escuchan. Cuando le hablo a alguien y este detiene su acción para escuchar me agrada por lo tanto creo que a los amigos de la calle también les agrada.
«Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti», texto de la biblia que define perfectamente el respeto mutuo.
Gracias amigos por confiar en esta oyente, ¿me cuentas otra historia?