Desayunos con Susurros
Desam. Ferrández, Madrid, 10 de junio de 2021
Otro miércoles de duchas, cafés y risas, donde los voluntarios de Susurros de luz pueden desempeñar el proyecto Desayunos en Embajadores, justo en la puerta de los baños públicos de la Glorieta de mismo nombre.
En esta ocasión, por suerte, ha habido muchas manos colaboradoras y solidarias ofreciendo las viandas, gracias a ello he tenido un poquito más de tiempo para poder hablar con nuestros amigos y así saber cómo se encuentran, por qué momento están pasando, si es que quieren contarlo, por supuesto.
Un inusual usuario ha tenido a bien hablar conmigo y contarme un poco sobre su situación. Está viviendo en una habitación y cuando yo le he dicho que muy bien porque la mayoría de los amigos que vienen los miércoles a por su desayuno están durmiendo bajo el cielo estrellado, él me ha respondido un ¿¡no!? casi con un grito, por lo que aprovecho para preguntarle ¿acaso prefieres estar en la calle? A lo que responde que en la habitación, que es compartida, no está a gusto porque son muchos los que allí duermen y viven en el mismo espacio, además no se puede ni duchar, por eso viene a asearse aquí, su aspecto antes de entrar en la ducha es muy cuidado. Jorge, así se llama nuestro nuevo amigo, ya ha encontrado una habitación dónde sí podrá ducharse, le alquilan una habitación para él solo, el resto de la casa lo compartirá con la familia que vive allí. Piensa que será mucho más tranquilo y apacible.
Su situación es, se podría valorar, como un poco delicada pues tiene un cáncer de hígado no operable, aunque si tratable, de hecho se lo han tratado con quimio y con todo lo que ha sido necesario, además del cáncer y de “otras cositas más” que padece, ahora le han detectado una enfermedad en el cerebro que no es metástasis del cáncer de hígado, que hace que ande con las piernas separadas y además tiene temblores en ambas manos. Cuando le pregunto de dónde es, me responde: «tengo cara de alienígena ¿verdad?» y yo le digo tocándole las orejas, pues tus orejas un poco alienígenas sí que son, ja,ja,ja, y los dos nos reímos. Jorge es nacido en Perú. Sigo haciéndole más preguntas, ¿tienes familia en Madrid qué te pueda cuidar? , a lo que me responde que toda su familia ha muerto: «mi madre murió, al igual que mi padre y mi abuela.»
¿No tienes hijos?, pregunto. «Sí, si que tengo hijos», me responde.
Pero si me acabas de decir que toda tu familia ha muerto…
«Ya, pero es que no quiero molestarles, están casados, con familia y en Europa.»
Me ha resultado curiosa su forma de hablar, cuando no queremos molestar a alguien hablamos como si ya estuviera muerto…
Ha trabajado en Madrid como enfermero especializado en gerontología y se ha dedicado a ello junto otras técnicas para ayudar a los abuelitos. Todavía pide un trabajo, a lo que le respondí dándole ánimos: te encuentras bien para trabajar, tienes 66 años, un cáncer controlado y otra enfermedad, trabajar una jornada de ocho horas y hacer turnos podría ser cansado, sin embargo como acompañamiento con toda la experiencia que tienes seguro que podrías hacer algo…
Luego la conversación cambió 360 grados, me cuenta que ha conocido a la virgen de la Soledad, curioso nombre para una virgen, hasta ha encontrado un humilde humilladero, por Chueca, donde se encuentra dicha virgen. Prosigue con su relato, experiencia que quiero compartir porque me ha parecido muy hermoso.
Jorge andaba con sus cosas en la cabeza, hace un mes aproximadamente, iba pidiéndole al Señor que le diera trabajo, no pide salud, pide trabajo, y mientras iba caminando por la calle se encuentra algo en la acera, se agacha y es una estampita de la Virgen de la Soledad. Entonces él le pide a la Virgencita trabajo. Con estas cuestiones en su mente se acercan dos señores que no conoce de nada y le saludan, él muy educado les devuelve los buenos días. Ellos le preguntan cómo está, a lo que él responde con un simple bien, le preguntan si ha comido, a lo que responde un escueto no, entonces estos desconocidos le invitan a comer con ellos y para ello les ha de acompañar a su casa. Llegan a una casa hermosa, con calor de hogar, donde hay una mujer y entre los tres le agasajan con una paella y aunque nuestro amigo no puede comer ni carne ni pescado, devora el arroz y la verdura con mucho apetito; todavía recuerda el sabor de la exquisita paella, hasta que termina y se va agradeciendo y enviando bendiciones a esta hermosa familia que le ha invitado a comer.
Una vez en la calle su cabeza empieza a pensar lo curioso que es que se le presenten dos hombres y le inviten a comer a su casa, ¡qué hermosos corazones se encuentra uno por la vida!. Cuando solo se había desplazado unos metros de la casa, se gira para ver la fachada de esa casa para mantenerla en el recuerdo y para su extrañeza se da cuenta de que la casa no está. En ese momento se percata del milagro de la Virgen de la Soledad. Jorge y yo nos emocionamos, «porque estas cosas suceden cuando te encuentras al amparo de Dios» continúa diciéndome.
El poder conocer estos actos que ocurren a lo largo del día, en la vida cotidiana, es gracias a que hemos sido catorce manos ofreciendo calor y escucha a estos amigos que nos encontramos en la calle. Posiblemente no vuelva a verle, ni nuestros caminos se vuelvan a cruzar, sin embargo hoy Jorge tenía un mensaje para mí: la Virgen de la Soledad existe y hace milagros; y yo quiero compartir uno de ellos con nuestros queridos lectores, nuestros queridos seguidores.
Gracias a todos los que hacéis posible que las cosas sucedan. Gracias a colaboradores, voluntarios y usuarios. Gracias.