Editorial de agosto
Los peligros de la vida
Asunción, 1 de agosto de 2019
Chicos, que Paraguay es muy peligroso, que hay que tener mucho cuidado, sobretodo por el centro de Asunción. No se os ocurra salir de noche, cuidado en los mercados… Eso son los típicos estereotipos de los que hemos de huir. Si repites un mantra una y otra vez se acaba por hacer realidad… o quizás lo atraigas.
Salgo a correr por las rotas y aparéntemente abandonas calles de la ciudad, las veredas (aceras) las tiene que arreglar el propietario de la finca a la que pertenece, es decir que sí yo vivo en la calle del Pez número 3, toda la acera que ocupe mi fachada la debo de pagar, hacer y mantener yo, por lo que el caminar o correr por las aceras resulta a veces complicado por el estado de las mismas, tan abandonado como el edificio al que pertenece. Son formas de gobernar y de vivir, en lugar de lamentarnos, corramos y disfrutemos. Y eso hago.
Corro por las calles, por las veredas, la gente se aparta y me deja pasar. Los coches se paran, algunos se apartan… otros no, no pasa nada el que invadió su espacio soy yo… nada me detiene excepto mi sentido común que hace de mis miedos desafíos que afrontar.
Desde que leí esta frase del Talmud no paro de reflexionar sobre ella: No vemos las cosas como son, sino como somos. Yo antes era un peligro pero ahora soy todo amor y eso es lo que recibo.
Me entrego a la vida enteramente, sin objeciones, sin miedo a morir.
Aprovecho cada circunstancia para ayudar, dejarme ayudar, para dar mimos y dejarme mimar y siempre disfrutando de lo que tenemos, no lamentando de lo que carecemos.
Sí, puede que en dónde me encuentre sea el lugar más inseguro del mundo pero yo sólo recibo sonrisas.
Mis vivencias me hacen meditar mucho ¿será que si nos conociésemos en profundidad sacaríamos nuestras propias conclusiones de cómo es el ser humano?
En mis talleres siempre digo que somos casi 8 mil millones de personas en el mundo, estadísticamente hay más actos de amor que de odio cada segundo en cada rincón del planeta ¿por qué nos informan nada más que de las tragedias, violencia u odio? Quizás sea porque eso genera mas odio y división.
La diferencia entre turista y viajero es que el turista vive en un sueño irreal y el viajero se empapa de las costumbres, se codea con las gentes de un país, ciudad o territorio. Se fusiona con el entorno, empatiza con los conciudadanos de un mundo que no entiende de fronteras, siente admiración o compasión dependiendo de en que barrio se encuentre.
El cooperante viaja para dar tiempo a cambio de experiencias, es otra forma de aprender. Nada es gratuito, todo tiene un coste que no se paga con dinero y las vivencias adquiridas se pueden convertir en monedas con las que poder seguir intercambiando conocimiento adquirido por alimento, un poco para el cuerpo, otro poco para el alma.
Me encantaría tener una barita mágica para poder cambiar ciertas cosas del planeta pero por ahora me conformaré con entender y para eso viajo, pregunto, observo y vivo sin miedo a vivir.
Jose Mª Escudero Ramos es Editor de Susurros de luz