Editorial de febrero 2018
“El Rafa” de Montejo
Recientemente hemos pasado unos días en Montejo, un pueblo madrileño de la Sierra del Rincón, famoso por tener el mayor Hayedo más al sur de Europa.
Hemos ido a pasear por sus calles, por sus campos y montañas y de paso conocer a su gente.
Mi amigo Ramón nos ha llevado a conocer a Rafael de Frutos Brun, “El Rafa”, un hombre ya jubilado, sin título de periodista ni historiador pero que conoce la historia de Montejo a la perfección. No sólo busca historias del pueblo para él, le gusta compartir lo que investiga. Escribe en un periódico local de la Sierra Norte, Senda Norte, dando protagonismo a las personas anónimas que se lo merecen, contando con todo respeto las anécdotas de hoy para que pasen a formar parte de la historia de mañana. Le gusta hablar de las personas que cumplen años, o de cómo hace el cura para organizar una comida de Navidad en la que los nietos sirven la comida a más de cien abuelitos. También cuenta los sucesos que han pasado a lo largo de la historia de Montejo, para que la juventud de hoy conozca sus orígenes.
Volviendo de ese pueblo perdido de la sierra madrileña, me preguntaba ¿Quién escribe del que escribe? Y he aquí mi pequeño relato sobre él, que sirva de homenaje a “El Rafa”, ese cronista espontáneo, hombre humilde y generoso, nadie se va de su casa sin un detalle artesanal que ha hecho con sus propias manos.
Viviendo unos días en Montejo, uno se da cuenta de que la vida que se tiene en la gran ciudad no es natural. Vivir sin que te angustie el tiempo; encontrar la paz en el exterior facilita que la encontremos en nuestro interior.
Poder disfrutar de la conexión con la naturaleza con los bellos parajes que tiene Montejo a sus alrededores, no tiene precio.
No quiero hablar más de la cuenta, no sea que aquello se llene de gente estresada de la gran ciudad y pierda su encanto.
Sólo me queda por decir que me encantaría encontrarme en grandes capitales a más personas como “El Rafa” y María, su gran mujer, no detrás, mejor diré junto al gran hombre, la gran pareja, que abren la puerta de su casa y de sus corazones a todo aquel que llegué con su corazón y mente abierta, sin prejuicios, sin expectativas, dispuestos a dar y recibir amor, sin más.
Gracias por compartir el calor de vuestro hogar y de vuestros corazones.
Tras pasar unos días en Montejo, uno recupera esa paz interior tan añorada, no todos podemos vivir con esa tranquilad toda la vida si se está acostumbrado a las luces, las prisas y los ruidos de una ciudad, pero si sería interesante llevar la paz allí conseguida y la confianza con la que se vive allí arriba, al centro de una gran capital.
Jose Mª Escudero Ramos
Editor de la Revista IMO