Editorial de octubre 2019
Hablar, escuchar, escribir, leer, hablar, escuchar
Durante mis días en Asunción he tenido la posibilidad de compartir muy interesantes conversaciones con mi amiga Marta, un ser excepcional, generosa y gran anfitriona. Hemos compartido muchos momentos mágicos, esos que se dan cuando se vive en esa atención plena tan de moda ahora y que últimamente se alcanza más a menudo cuando la inmensa mayoría de las personas miran el teléfono móvil o celular.
Una de esas conversaciones versó sobre la forma de transmitir conocimientos a lo largo de la historia. Cuando no existían los libros la forma de transmitir conocimientos de una generación a o otra era por transmisión oral, todavía queda algo de eso en alguna tribu indígena sobretodo en lo que concierne al uso de las hierbas medicinales o rituales de los hombres medicinas o de los chamanes.
La historia pasaba de generación en generación, de boca a oído, sabiendo la importancia que tenía el uso del cerebro para memorizar. Nuestras mentes eran capaces de retener mucha información.
Con el paso del tiempo y el descubrimiento de tintes de pigmentos naturales se comenzó a escribir y a dibujar, letras, jeroglíficos,papiros… llego la imprenta y se comenzó a expandir el conocimiento a una masa que había permanecido ignorante. El leer y escribir llegaba cada día a nuevos rincones del planeta. Libros, cultura, información, subversión… en tiempos se podían leer libros de ciencia ficción que parecía que los autores habían conectado con esferas de un tiempo futuro, ahora presente incluso pasado…
¿Cómo es la comunicación ahora? Volvemos al pasado. Volvemos a la comunicación narrada, eso me hacia ver mi querida amiga Marta en esa entrañable conversación.
Ahora es muy fácil acceder a discursos, charlas y conferencias que se pueden escuchar en internet, libros en formato audio, en youtube hay todo tipo de conferencias, en postcast, o vídeos que circulan de celular en celular disminuyendo la capacidad de nuestras memorias, del teléfono me refiero. Aunque ¿Quién recuerda ahora mismo más de un número de teléfono?. Toda esta forma de comunicarnos también afecta a nuestra memoria. Somos seres mutantes.
Son los tiempos que corren, ahora las enciclopedias acaban en los Puntos Verdes, esos lugares donde se deposita los objetos que nos han sido útiles y ahora molestan…
Los libros, esos contenedores de conocimiento y sabiduría que arden a 451 grados Fahrenheit, como bien nos indicó Ray Bradbury quien se equivocó en una cosa, no iban a ser prohibidos los libros, iban a dejar de ser deseados por algunos.
Veo una la sociedad de un lado para otro, absorto en sus píldoras de sabiduría que hablan de como superar el estrés, aprovechar el tiempo y gestionar emociones, corriendo aprovechando al máximo su tiempo de descanso para ver todo lo que nos llega y en cuanto se acaba el vídeo ¡Zas!, de vuelta a la jungla gris de la realidad. Estrés, ansiedad, depresión, suicidios… ¿es qué hemos dejado de soñar, de pensar, de creer, de ilusionarnos?
Los libros nos invitan a soñar, a abandonar la cárcel del día a día mientras imaginamos un viaje al centro de la tierra, a la luna o alrededor del mundo en 80 días…
Los libros nos ayudan a evadirnos de la realidad o a construir nuevas realidades… yo viajé con Tom Sawyer, Willy Fog, investigué con Sherlock Holmes, sufrí con Oliver Twist y viví miles de aventuras gracias a Enid Blyton.
Aunque no dudaremos si tenemos que usar las tecnologías del momento para lanzar nuestras voces al universo, quizás grabemos algunos audios con artículos para llegar a cuantas más personas mejor, apostamos por la comunicación escrita pues creemos que se asimila mejor. Desde Susurros de luz nos ofrecemos voluntarios para escribir y difundir más cuentos nuevos, o tunear los viejos, darles un nuevo final para que tengan una nueva vida ¿Me ayudas? Erase una vez un idílico mundo en el que el todo los habitantes tenían tiempo para leer, viajar y ser felices…
Jose María Escudero es editor de Revista Susurros de luz