El abrazo invisible
Madrid, 19 de marzo. Texto compartido por Dominika Emilia Schulz
El pasado domingo 17 de marzo he tenido la oportunidad de hacer algo fuera de mis acciones cotidianas, fuera de lo habitual, fuera del alcance de mis pensamientos. La Kedada de abrazos que las asociaciones Susurros de Luz y Namasté La Plana habían organizado para ese día…
Acepté la propuesta simplemente por probar algo nuevo, quizás algo con más sentido en sí (y a la vez algo tan sencillo).
Después de decidir participar mi mente empezó con su juego, con sus dudas, miedos, lo llamamos ego… Hasta me ha surgido un viaje bastante placentero justo el día de la quedada. Creo que fue mi mente la que buscó este escape, este engaño conmigo misma.
Lo primero que se me ocurrió, ¿para que? ¿Para qué voy a ir, voy a colgar un cartel y voy a repartir los abrazos?, ¿voy a pedirlos o voy a ofrecerlos? ¿Cuál es la razón por la que hacerlo ? Mi siguiente duda fue, si las personas se dan los abrazos, ya entre sus familiares y amigos, ¿para que yo voy a ir allí a repartir los míos?
A pesar de todas
estas rumiaciones de mi mente, sentía un sonido dentro mío que me
impulsaba a hacerlo, simplemente por hacerlo, sin pensar, sin
esperar, sin tener expectativas. Quizás allí estuvo el secreto de
“simplemente hacerlo”.
El primer momento cuando me puse en
el medio de una plaza llena de gente sentada en las terrazas de los
restaurantes, fue un cierto “disconfort”, una incomodidad. Los
observadores de este espectáculo y la sensación de mil ojos fijados
en mí. Pero dentro de mí seguía la pequeña voz, la pequeña
fuerza que me hizo actuar, que me hizo levantar la voz, abrir mis
brazos y abrir mi corazón.
Las personas de todas las edades,
diferentes nacionalidades, mujeres, hombres… En el acto del abrazo
nada cambiaba. Algunos eran más fuertes, otros más instantáneos,
sutiles, suaves, bruscos, algunos rechazados, pero yo sigo creyendo
en estos abrazos también, sigo creyendo que el abrazo rechazado es
una intención de amor que cambia las dos partes de alguna manera,
las ablanda.
Digo gracias por todas las personas que no han querido abrazarme, porque me han hecho más sensible, más comprensiva, más consciente que muchas veces es allí donde hay que involucrar todavía más amor y allí es donde en este instante envío mi amor y mi abrazo invisible.