El buen maestro
Quería escribir algo sobre el ego para mi blog pero me siento boicoteado por mi propio ego. Es curioso porque me podría poner a la defensiva para hablar de algo que me ha llegado muy dentro, pero no lo quiero enfocar por ahí, pues me pondría al nivel de la supuesta alerta que me ha hecho escribir sobre ello.
Me gustaría ser tan buen comunicador como para que sobrasen las palabras, pero muchas veces nos creemos que tenemos que llenar páginas en blanco para poder sentirnos satisfechos, cuando al final todo es mucho más sencillo, contar una idea, pero he ahí nuestro ego haciéndose vanidoso, queriendo decir en diez palabras lo que se puede decir en una.
Y yo que me considero buen maestro…quizás los buenos maestros esperan a que vengan los alumnos con las preguntas y solo asientan con la cabeza como respuesta, tras la cuestión del curioso alumno. Eso es muy zen y me gusta. Como el Señor Miyahi de Karate Kid, jajaja, me encanta ese personaje, es el verdadero maestro, humano y divino. Distante pero cercano y sobre todo humilde.
El buen maestro, para mí, debe de ser humilde, actuar sin el ego del que lo sabe todo. Si algo se pone en duda, pues nada, puede que el otro tenga razón, quizás tras meditar la situación, la respuesta, y no responder automáticamente como si lo supiésemos todo desde el principio pues todo es posible de ser un error aunque estemos en lo cierto, podamos situar todo en su justa posición en el universo, en nuestra alma. No hace falta ganar la discusión, hace falta que la razón prevalezca sobre el error en el tiempo. La humildad suficiente para reconocerse equivocado, la humildad suficiente como para reconocerse que uno estaba en lo cierto.
El buen maestro nunca dirá que hace un gran trabajo, ni le eclipsarán las palabras que encumbran al ego hacia la montaña del engreimiento, pues eso le retrasará el trabajo. Escuchará y asentará con la cabeza como diciendo que todavía queda mucho camino por andar.
El buen maestro sabe que todos somos canales, que somos lo mismo y que no por mucho huir se hace menor el problema, ni debemos intentar alejarnos de nuestros enemigos, a quien hay que amar tanto como a nuestro amigo, darles luz y enfrentarse a los sentimientos que nos provocan, pues quizás ellos sean nuestros verdaderos maestros.
El buen maestro sabe que hay un alumno para cada maestro como hay un maestro para cada alumno, que el aprendizaje es reciproco, tanto uno del otro como a la inversa. De todo se aprende y sin darnos cuenta, pueden aprender mucho de nuestros actos, del día a día, de nuestra forma de actuar, de las palabras que salen de nuestra boca, de nuestros silencios…
El buen maestro guarda el secreto que le confieren sus alumnos, como el médico el historial de sus pacientes, y nunca juzga, porque al juzgar emitimos juicios y nosotros no somos quienes para juzgar porque sabemos que todo pasa por algo, Todo, hasta el silencio, hasta una palabra que nos haga reflexiona y escribir.
Me gustaría ser un buen maestro y callar cuando debo callar y escuchar cuando debería hablar pues el silencio es una buena respuesta para el alma…quizás para la próxima vez debería asentir con la cabeza, pero entonces no podría aprender escribiendo estos artículos, porque para mí, querido lector, todo esto es un aprendizaje, una forma de pensar en voz alta y reflexionar que, quizás, haya estado equivocado hasta ahora.