El cinismo de la muerte
Cuando visito un cementerio no puedo evitar fijarme en las lápidas, leer el texto y ver la foto.
Curioso cuando veo la foto de un hombre “M.H.M.” 1942-2007 “Tu mujer, hijos y nietos no te olvidan” y pegada a la lápida una pegatina blanca del ayuntamiento “PARA EXHUMAR” con una fecha límite. Esa es la segunda muerte de M.H.M en el 2007 murió y en el 2017 vuelve a morir cuando sus restos pasen a un osario común o sean incinerados y limpiamente eliminados. Morimos cuando nos olvidan, si preferimos esta expresión, y obviamente ni su mujer, ni sus hijos, ni sus nietos se han acordado de renovar el pago para que su “inolvidable” esposo, padre y abuelo siga descansando sus restos en el lugar en el que fueron depositados, “su última morada”.
Es el cinismo de la muerte, como lo son las flores de un sólo día, de una fecha señalada en la que se recuerda al “inolvidable”.
Nada es eterno, ni siquiera la muerte, solo el olvido es eterno e irremediable, pues los que aún recuerdan a los que fueron sus seres queridos, también se irán y ya nadie recordará a ese ser, que vivió, que amó, que ayudó, que sintió y finalmente desapareció para poco a poco difuminarse en el olvido, el inevitable olvido humano.
Hace poco visité la tumba de un ilustre de mi ciudad, y sus familiares. Algo menos de seis décadas del último morador del nicho familiar. No hay flores, no hay recuerdos, tan solo las letras grabadas en la piedra prácticamente borradas por la erosión de los años y nada más. Todos ellos murieron un día y volvieron a morir con el último recuerdo.
Jordi Gracia
Valencia, 10 de agosto de 2017