El patito feo
Según voy creciendo recuerdo el cuento del patito feo y cada día que pasa me gusta más. Es tan cierto el mensaje que nos traslada, lo malo es que lo olvidamos según nos vamos haciendo mayores. Nos olvidamos de que los demás no son como nosotros, bueno, en verdad si lo son. Somos todos lo mismo lo que ocurre que cada uno tiene su plan de vida y yo no puedo vivir sus vidas, me puedo poner en su lugar respetando su libre albedrío. No puedo hacer pensar a los demás como yo pienso, desconozco el por qué cada uno llega a sus conclusiones. Convencer a alguien, intentarlo siquiera, es tarea ardua, porque todos tenemos que recorrer nuestros caminos en nuestros propios zapatos.
Hoy mi punto es que no me rodeo de patos, que lo que veo diferente, me guste o no, no todos son patos ni cisnes, que no me tienen porque gustar. El esfuerzo y lo admirable es aceptar lo que es diferente a mí, a mi forma de ser, de pensar y de vivir. La aceptación y el respeto nos hará perder miedos y si en vez de aislarlos o reírnos, por ignorancia muchas veces, intentamos aprender y conocer los puntos de vista de los otros, todo iría mejor.
Juzgar sin ir más allá crea infelicidad, no juzgar e ir más allá con curiosidad crea sabiduría.
Veo todos los días casos de personas con perfiles muy diversos, me veo y analizo mi vida y mis actos a través de ellos, y me convenzo de que todo es el reflejo de todos. Si observas sin emitir juicio, verás como una persona vive una situación y dependiendo de su forma de expresarse, podrá hacer mella en tu memoria, para bien o para mal. De cada acción sale una programación, dependiendo de eso habrá unos recuerdos y el subconsciente marcará nuestra forma de actuar en el futuro.
Viviendo como si todo fuese nuevo, como si todo nos sorprendiese día a día, trabajaríamos la desprogramación mental que tanto nos limita. No veríamos a los demás como patos sino como hermosos seres de luz.
De cada situación se aprende, de cada acción se evoluciona.
Si no puedes dejar de sentir puedes conocer tus sentimientos y manejarlos a través del equilibrio. Tú no tienes la culpa de que yo haya dormido mal o tenga hambre así como yo no me debo ver afectado porque tú tengas esa determinada actitud.
Sabiendo lo que sabemos, lo que mejor puedo hacer es abrazar cada situación abandonando emociones que manipulen mi ser y pueda ser malinterpretado, dejar fluir y aceptar que, como dice mi tío Eloy, todos somos iguales porque todos somos distintos.