Lecciones de humildad

Esta vez le toca a Madrid

Desam. Ferrández, Madrid, 15 de enero de 2021

¡A por otra aventura! Próximo destino: Madrid.

Hace ya un año que tomé la decisión de establecer mi residencia en Madrid…

Cincuenta y tantos años en la ciudad natal dan para mucho y el amor por ella, y por los que en ella viven, es inmenso. Sin embargo, desde hacía tiempo que mi ser interno me pedía salir de esa zona tan hermosa en la que me sentía tan entre algodones que hasta la podría etiquetar de “mi zona de confort”. Pues bien, ante la insistencia y la perseverancia de esa vocecita que no sé exactamente de que lugar sale, decido saltar. La confianza me da la calma que necesito y las herramientas se me dan con tanta facilidad que no tengo ninguna duda de que estoy haciendo lo correcto. La red dispuesta debajo de mí es invisible, y aún así, yo la siento. Sé que si caigo me volveré a levantar e indagaré, junto con esa voz, sobre “para qué” ese golpe, tal y como lo he hecho en otras ocasiones.

La capital de España como lugar de residencia puede dar vértigo porque vengo de una ciudad pequeña donde casi todos nos conocemos y la recorres andando de una parte a otra en pocas horas.

¡Bienvenida a Madrid! La ciudad me recibe con sus brazos abiertos.

Abandono el caparazón con el cual he vivido muchos años y me atrevo a salir para poder confirmar que afuera de esa seguridad hay muchas cosas que no me quiero perder, quiero vivir y sigo mi camino, abandono el poco miedo que todavía quedaba en mi cuerpo, remanente de vidas pasadas, de momentos pasados y agarro la maleta de la confianza, de esa confianza que da la seguridad de que suceden las cosas y, además, están a favor mío. A veces lo más fácil es dejar que sucedan, que fluya la vida, en lugar de planificar complicados proyectos para que pasen como yo quiero. El resultado siempre es mucho mejor y más beneficioso para todos si mi mente y mis manos no intervienen.

¡Me encanta pasear por Madrid! Sus calles, sus gentes, sus edificios, no me canso de admirar su arquitectura, elaborada con piedra, pasión y amor; detallista, magnifica y muy opulenta.

Sus calles se asemejan a ríos, pero de humanos, de risas y de cámaras de fotos en manos de algún turista extasiado, disparando sin cesar mientras admira la ciudad con su sinfín de esculturas, plazas y obras arquitectónicas magníficas.

Sus calles las comparo al sistema circulatorio del cuerpo siempre en movimiento, como si tuviera un corazón mandando impulsos constantemente y en ese símil la gente circulando por sus avenidas en una marea multicolor, multirracial y mulitipensante en la cual todos se unen en un mismo fin, vivir.

Observo la capital, la disfruto y agradezco esa apertura de visión de la ciudad y de sus moradores.

Madrid ama a la gente, los habitantes de Madrid aman a los turistas y así, con esa sinergia, discurro encandilada por sus veredas.

En esta andadura me doy cuenta de que me gusta lo grande, a pesar de ser yo más bien pequeña de tamaño. Me gustan los parques, pero si puedo elegir, prefiero el parque del Retiro a una plaza. Contemplo los edificios, aunque prefiero los palacetes, y aquí hay una enorme cantidad de ellos. Me regocijo con los monumentos y las fuentes que salpican la ciudad, sin embargo lo que más me maravilla es ver caballos, efigies, conocidas o no, de tamaño descomunal como colofón sobre un edificio desmedido de piedra recia. Para mí eso es sublime, tanto como descubrir iglesias enormes construidas en calles súper estrechas que dan un aire de solemnidad todavía mayor.

Durante las estaciones la ciudad cambia, en la oscuridad del invierno las luces destacan todavía más las tallas y monolitos de tamaños descomunales. Durante la Natividad estelas de luces adornan las calles con miles de estrellas y adornos navideños.

Madrid me fascina. En el 2020 esperaba una agenda cultural muy apretada por estar en una ciudad cosmopolita, donde las diferentes culturas congenian perfectamente con el entorno, y por esto esperaba tener una agenda cargadita, sin embargo, ha interrumpido en la vida una pandemia que ha detenido todos los actos culturales y sociales, tendré que esperar un poco para vivir esta faceta aún no tan conocida por mí.

En Madrid todo es grande, las distancias, las avenidas, los jardines y como no puede ser de otra manera hace unos días cayó una nevada brutal, ¡a lo grande!, menos mal que permitió que los reyes magos regresaran a Oriente. Una nevada como hacía muchos años que los “gatos”, así se llaman los madrileños, no habían vivido.

En muchas ocasiones nieva en la ciudad, pero la nieve si cuaja, no dura más que un día pues en poco tiempo, con el calor de la humanidad y sus calefacciones, se derrite y sucumbe ante los pies de los moradores que no dejan que unos copos detengan su ritmo.

Sin embargo 2021 entra fuerte y la nieve paraliza la ciudad dos días, las primeras 24 horas ni servicios mínimos, todo cerrado. Las calles, en lugar de coches, se llenaron de niños y los típicos muñecos de nieve. Muchas personas salieron a disfrutar de la blanca nieve que en ocasiones les llegaba hasta las rodillas, simplemente saliendo del portal de su vivienda. Las siguientes 24 horas ya hubo servicios mínimos aunque, por extraño que parezca, la ciudad siguió parada tanto económica como laboralmente.

Madrid impresiona y si encima se viste con su manto blanco nos enamora.

Tras la nevada, ¡cómo no!, quedaron losas enormes de hielo adornando las calles, esperando a que el astro sol tuviera a bien rozar sus mejillas blancas para derretirlas.

Hay otra parte no tan bella de la nevada, los desperfectos que dejó tras de sí esta nada típica tormenta de nieve: muchos árboles arrancados y ramas quebradas por el excesivo peso, roturas de coches y algún tejado. Además de las numerosas personas que colapsaron las urgencias por lesiones y fracturas tras caerse en el hielo, un hielo que se agarró con firmeza en aceras y calles ayudado por las bajas temperaturas que acompañó las noches blancas e invernales.

Estoy muy feliz viviendo con mi pareja en Madrid, disfrutando y gozando de un nuevo trabajo y de una verde, y a veces blanca, ciudad también nueva para mí.

Hacer caso a esa vocecita que hace tiempo escuché fue una gran decisión, todo un acierto para esta etapa de mi vida.

¿Cómo definir mi momento actual en esta ciudad con un patrimonio cultural y arquitectónico descomunal?, ¡me requetencanta! Vivir en Madrid es toda una aventura ¡estoy totalmente en mi salsa!

Gracias, Madrid, por aceptarme, por amarme, a mí y a todos los que viven en ti.

Susurros de luz

Susurros de luz, la asociación que hace que las cosas bellas sucedan y además las cuenta.

Un comentario en «Esta vez le toca a Madrid»

  • Qué preciosidad lo que has escrito Desam. Como madrileña que soy te lo agradezco infinito. Tú has empezado tu aventura allí y yo, cerca de donde tú saliste. Al leerte he sentido algo de añoranza… Pero también soy feliz aquí. Tú me cuidas Madrid y yo te cuido tu tierra. Qué bonito!!! Disfrutemos las dos.

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