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Gracias, querida hija

Pensamiento compartido por Jose Mª Escudero. Asunción, 22 de julio de 2019

Nos abrazamos en el aeropuerto Silvio Pettirossi de Asunción. María me pide que no llore mientras sus ojos se van humedeciendo por momentos. La azafata de tierra espera respetando nuestro momento pero tiene que seguir trabajando, nos arranca de ese abrazo que uno no quiere que tenga fin… porque duele. Duele la separación. Duele en las entrañas, en el corazón.

Desam ya se ha despedido de ella y también nos deja “disfrutar” de nuestro momento, porque ese instante es nuestro, de María y mío, es el eterno presente que se guarda en el cajón de la gratitud. Gracias, Universo, por habernos dejado este regalo de pasar un mes juntos.

Según María se aleja tras el frío arco detector de metales, Desam se acerca a mí para consolarme y para compartir sus lágrimas. Nos abrazamos mientras seguimos con la mirada los pasos de la pequeña gran y muy valiente mujer que tras pasar el control se acerca a migración para sellar el pasaporte. Se gira, nos saluda mientras espera. Llega su turno. La perdemos de vista un rato.

A nuestro alrededor hay mucho movimiento, gente con ganas de viajar, otros que también se despiden, los hay que se hacen fotos, que sonríen contentos. En los aeropuertos hay muchas historias, las hay alegres y las hay tristes, de reencuentros y de despedidas, de adiós y de bienvenidas.

María pasa sin problema alguno con la azafata de tierra, Luján, a quien sigue, pero se da la vuelta y se despide, de nuevo, agitando la mano. Se nota la que cuesta marcharse. Desam y yo no nos movemos del sitio, abrazados, llorando. Esperando el momento en el que el avión despegue, aunque todavía queda algo más de una hora.

María asoma otra vez y nos hace unas señas, yo le había dado un consejo, que fuese a la sala VIP y pidiese por favor la clave de WIFI. Desam y yo nos miramos y nos decimos lo que creemos entender, oh, pobre, no ha conseguido la clave. María insiste en las señas… A los pocos segundos creo entender… me está llamando pero tengo el teléfono sin el WIFI del aeropuerto. Busco una señal libre y me conecto.

Podemos hablar un poco más.

Lloramos de gratitud y de amor… también hay algo de dolor intenso en el corazón y en la boca del estómago. Nunca he sido tan consciente de la localización del dolor.

Nos dice que la azafata va a hacer que acceda al avión con los de Priority. Desam y yo nos quedamos muy tranquilos pero no nos movemos del mismo lugar dónde nos situamos nada más romperse ese abrazo del adiós, hace ya más de media hora, como si quisiese conservar ese aroma a despedida…

Mantenemos unos minutos la conversación Desam, María y yo compartiendo amor y palabras hermosas entre lágrimas.

María se tiene que marchar, embarca ya a pesar de que hasta dentro de 40 minutos no despega. Colgamos pero Desam y yo seguimos ahí, abrazados, sintiendo la despedida profundamente.

Al otro lado del WhastApp, ahora está la madre de María quien me manda unos mensajes preciosos. Y vuelta a llorar.

La zona se va despejando de pasajeros y familiares, solo quedamos Desam y yo, abrazados, llorando.

Abro los ojos y una madre con su bebé viene hacía la puerta de embarque, me sonríe con amor, como sabiendo el momento que estoy pasando. Sonrío.

Miro a Desam. Ya no queda nadie más pero nosotros seguimos en el mismo lugar que hace una hora.

Nos vamos a la cafetería más próxima a esperar a que el avión despegue. Tomamos un refresco y esperamos.

Llega la hora, el personal de tierra de la compañía aérea va regesando de la zona de embarque. Justo a las 18:20 me acerco a preguntar a la funcionaria de migraciones si me puede averiguar si ya salió el vuelo de mi hija. Llama a una persona y me confirma que ya está en pista. De pronto sale Luján, corro a su encuentro y pregunto si todo fue bien. “Sí, accedió con los de Priority. Todo perfecto”. Le agradecí su buen hacer y nos fuimos.

Al salir andando de la terminal hacía la parada del autobús vemos despegar un avión, pensamos que es el de María. Me pongo la mano en el corazón y agradezco a mi hija su valentía, su generosidad y su amor.

Desam, entre lágrimas, sostiene mi alma.

Me voy agradeciendo al Universo lo bien que hace las cosas, nos ha facilitado la despedida a través Luján para que nos quedásemos tranquilos.

Ahora María está de camino de vuelta a casa, allí dónde a partir de ahora todo será diferente, no porque el hogar haya cambiado sino porque lo ha hecho su mirada. Ahora ya nada va a ser lo mismo.

El viajar ilustra, las vacaciones solidarias enriquecen el alma, a pesar de que a veces se haga trizas, sobretodo en esas despedidas que engrandecen los reencuentros.

Esta noche, Desam y yo no vemos ninguna película, en nuestra estancia se nota la ausencia de una persona que vino a Asunción hecha una adolescente y se marchó siendo una mujer.

Hoy quiero escribir mis sentimientos para que mañana, cuando los lea María, sepa que en Asunción tiene dos corazones latiendo llenos de felicidad por las experiencias vividas.

Gracias, querida hija, tu felicidad ilumina nuestras vidas.

Ahora da mucho amor a tu madre, daros amor. Como bien sabes, es lo que realmente importa.

Te amo.

Susurros de luz

Susurros de luz, la asociación que hace que las cosas bellas sucedan y además las cuenta.

2 comentarios en «Gracias, querida hija»

  • Qué intensidad de amor desprende esta vivencia que relatas. Un gran abrazo a los tres.

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  • Me has soltado la lagrimita, jodio, como padre te entiendo, como «amigo mayor» de María también. Piensa en la experiencia vital que se lleva, y en lo pronto del reencuentro. Un abrazo querido amigo.

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