La fe mueve montañas

La fe mueve montañas

Desam. Ferrández en Castellón, 27 de diciembre de 2018

Ahora doy “fe” de ello.

La fe movió el sábado 8 de diciembre a las 6 de la mañana a un millón de personas para oír la misa central en la Basílica de la Virgen de Caacupé.

Yo tengo una “fe normalita”, tengo plena confianza en que sucede lo que ha de suceder para que yo pueda desarrollar mis aptitudes, mi crecimiento, mi labor aquí o cómo lo queramos llamar, sin embargo algo me alentaba a que tenía que estar en la misa de las 6 de la mañana.

Y eso hice, llegué a las 5:58 y evidentemente no me pude poner en la parte de la plaza donde se emite la misa, aunque la organización, como ya sabe esto, puso varias pantallas donde todos pudimos disfrutarla cómodamente “en directo”.

Allí estuve apretujada, junto a esos miles de fieles, observando y sintiendo.

La verdad es que me impresiona favorablemente que todos los asistentes oren, que todos canten, todos se sepan las canciones y los rezos de la misa, elevando la vibración de todos los presentes sin que ni siquiera sean conscientes de ello. Yo les acompaño en los que me sé, porque lo que sí que me caracteriza es que soy muy participativa. En varias ocasiones se me saltaron las lágrimas, ¡Dios! miraba a mí alrededor y sentía esa fe ciega, esa devoción por la Virgen y a sus conocidos milagros.

A pesar de que la gente insistía en entrar y salir de la zona donde estábamos, por lo que te tenías que apartar, “me molestaron” entre comillas un montón de veces al igual que al resto de personitas, oscilábamos a la derecha e izquierda para dejar pasar, para que entraran y salieran…nadie se quejó, no hubo ni un mal gesto porque estábamos presentes en la oración por lo que solamente dejábamos paso a nuestros hermanos, sin más.

Yo veo la fe como esa muleta o ese clavo ardiendo, al que te agarras cuando la vida parece que se ensaña contigo y no comprendes porqué. Pude sentir a mí alrededor esa súplica, ese grito de ayuda silencioso ¡Dios mío, no sé qué voy a hacer! o ¡Virgencita, no sé cómo voy a salir de esta situación, por favor ayúdame!, porque desde la ignorancia de mí fuerza creo que no voy a poder salir de esta y además virgencita, si mí hija o el ser querido que tengamos en ese momento enfermo sale de esta yo te prometo…

En esas promesas se aparece a la peregrinación del sábado 8 de diciembre la virgencita, porque con su buen hacer, o sea con amor, hace que muchos enfermos sanen o resuelvan el conflicto que estén viviendo. Muchas veces cuando estamos en ese pozo profundo y oscuro y no vemos la luz, Ella ha prendido un candil en el camino de salida y por fin hemos visto la luz, pudiendo salir de ahí.

Algunos dirán que podía haber sucedido igual sin la intervención de la virgen, a lo que yo contesto que posiblemente, pero ella fue ese clavo al que se sujetaron para seguir con esa fuerza que el humano tiene y que muchas veces creemos que se nos ha perdido, porque no la sentimos o no somos capaces de encontrar la respuesta adecuada. Y es que en esta vida andamos un poco perdidos, no sabemos muy bien a qué hemos venido, ni por qué, ni para qué, sin embargo los días se suceden y al final salen bonitos.

Muchos de estos fieles que visten normales, como tú y como yo, durmieron al lado de la virgencita esa noche, ya que llegaron un poquito antes de la misa en su peregrinación y, a pesar de dormir en el suelo, se sienten reconfortados porque están al lado de esa energía tan bonita que tiene el lugar, Esa energía que aún estando la plaza vacía, aúnno habiendo misa y sin orar, se percibe como maravillosa, te envuelve como un abrazo y te da tanta satisfacción que quisieras estar horas y horas ahí.

Todavía quedaban niños durmiendo completamente absortos de lo que pasaba fuera de su sueño, sin inmutarse de la multitud que le rodeaba, durmiendo plácidamente mientras sus padres velan sus sueños y los miran amorosamente, pensando para sus adentros “qué bien que está descansando, así cuando se despierte va a tener energía para disfrutar de otro día maravilloso”, de otro día lleno de vida.

En muchas ocasiones se me saltaron las lágrimas al ver el espectáculo que me rodeaba, pudiendo sentir ese amor, esa pasión por la virgencita. Tuve el placer o el beneficio de sentirla en mí ser y hasta en mí alma.

Ver a sus fieles llegando arrodillados hasta la virgen, con el rosario en la mano pasando las cuentas, orando con fervor y con gratitud, me hace llorar de emoción, ver que el humano es mucho más bueno de lo que lo pintan en la tele, todos los humanos tenemos ese amor intrínseco dentro de nosotros sólo que en ocasiones lo desconocemos.

Yo también pedí a la virgencita ayuda para mí camino, porque todos tenemos una situación en la que necesitamos un poquito de ayuda, apoyo o simplemente estar un poco más despiertos para ver por dónde se acerca y poder salvar la situación, sea cual sea, de la mejor forma posible y siempre en beneficio de la humanidad. Durante esos días pude leer un libro del Papa Francisco en el que dice que todo está conectado, todo tiene que ver con todo, cualquier acción da igual en qué parte del planeta lo hagamos, tiene su reacción. El libro se titula Laudato sí y nos dice: “que todo está relacionado, porque todas las criaturas están conectadas, cada una debe de ser valorada con afecto y admiración y todos los seres nos necesitamos unos a otros…ninguna criatura se basta por sí mismo, unas y otras se complementan y se sirven mutuamente. También nos dice que los seres humanos formamos parte de una trama maravillosa, esta nos impide tener la naturaleza como algo separado de nosotros, estamos incluidos en ella, somos parte de ella, no estamos sobre la naturaleza, estamos en la naturaleza, todos los seres del universo estamos siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde. La amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal”.

Así me sentí yo, en una preciosa comunión con los presentes que me rodeaban, desconocidos y sin embargo movidos por una misma causa, sentir, sentir y sentir el amor, la gratitud por esta maravillosa vida, que como en un juego avanzamos hacia delante, experimentando y saltando obstáculos para llegar a una meta desconocida todavía.

Mil gracias virgencita por interceder con los “Ángeles” que se ponen en mí camino quienes me llevaron a tu lado, para sentir que con los rezos se eleva el alma, se engrandece el corazón y se vive el momento, ese presente que muchas veces se nos escapa de las manos porque estamos proyectando en un futuro.

Mil gracias porque tanta luz disipa la oscuridad, en ese momento Caacupé vivió y vibró muy alto, Caacupé y todas las personas que allí estuvimos, agradecimos por poder estar, por vivir nomás y yo, en ese justo momento, comprendiendo que la “fe mueve montañas”.

Susurros de luz

Susurros de luz, la asociación que hace que las cosas bellas sucedan y además las cuenta.

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