Leyendas sobre el Amor y el universo
Cuenta una leyenda que durante la primera mitad del siglo XX, un hombre sabio vivió con humildad en una cueva a las afueras de una gran y moderna ciudad. Su austeridad llamaba la atención a las personas que paseaban cerca de dónde él solía estar recogiendo plantas medicinales o meditando. El sabio siempre tenía una palabra hermosa que decir a cada persona con quien se cruzaba, es más, sus palabras eran como pequeñas profecías que se acababan cumpliendo, tornando así su fama de ermitaño a la de adivino. El “Oráculo del atardecer” decía que tenía cuando se le preguntaba por su don.
Su fama le hizo ser muy visitado por todos los habitantes de la ciudad, incuso venían de otras más lejanas. Su bondad y amor por la naturaleza le engrandeció, pero él siempre fue humano, humilde, trabajador.
Un día murió lleno de amor. Los científicos, que tienen esa insana curiosidad de encontrar una razón a todo, pidieron hacer la autopsia para ver cómo es un hombre santo por dentro. Le abrieron y descubrieron que estaba hueco a la altura del pecho, no tenía corazón. Llamaron a filósofos, místicos, ascetas, maestros y toda la comunidad científica para intentar dar respuesta al misterio. Llegaron a una conclusión, “se quedó sin corazón de tanto regalar amor”. Pero a muchos ascetas no les gustaba esa teoría porque nadie se puede quedar sin corazón por dar amor. Así que tras semanas de debates, un atardecer, se presentó el Sabio en medio del grupo de investigación para dar un mensaje “Vais por buen camino, el corazón no se consume por dar amor, lo que me ha pasado es que he amado tanto que mi corazón creció y creció y ya no me cabía en mi pequeño cuerpo. He rebosado de amor y me he convertido en todo lo que he amado. Ahora Yo Soy, como, sin saberlo, lo Sois Vosotros. No tengáis miedo a entregaros porque a donde vais a llegar es todavía mucho más hermoso que eso que estáis viviendo ahora en este mundo lleno de dudas, a donde se llega, donde he llegado y a donde llegaréis, es a la comprensión absoluta del bien y del mal, para ello hay que ver el camino del bien a través de la senda oscura y entender la senda oscura a través de la luz que aporta el bien, ese bien que todos llevamos dentro. Todos somos Uno y ese se llama Amor”. Y desapareció su imagen pero no su esencia.
Uno de los científicos reunidos allí alzó la voz y dijo: “El ser humano forma parte, con una limitación y el espacio, de un todo que llamamos universo. Piensa y siente por sí mismo, como si estuviese separado del resto… Esa es una cárcel que nos circunscribe… hay que traspasar sus muros y ampliar ese círculo para abrazar a todos los seres vivos y a la naturaleza en todo su esplendor”. Esa persona que habló fue Albert Einstein.
Desde entonces el mundo brilla y ama con comprensión y conciencia, aunque a veces tenga que pasar por algún tramo oscuro…la famosa noche oscura del alma que denominó el místico santo católico San Juan de la Cruz en el siglo XVI, y a la que ya hacían referencia pensadores como, el místico sufí andalusí Ibn Abbad al-Rundi en el siglo XIV o Aristóteles en el siglo IV A.C.
Nuestras crisis, nuestros miedos o dudas no son parte de una época, son parte de un camino de evolución permanente.
Es precioso. Perdona que no lo había podido leer hasta ahora. Muchas gracias y ya sabes que como sigas así a ti te ocurrirá lo mismo. Muchos besos Jose.