Librópolis
Historia compartida por Jose Mª Escudero Ramos, Madrid, 22 de junio de 2021
Existe una ciudad llamada Librópolis, como podéis imaginar en esta polis se ama la lectura. Todo el mundo lleva encima al menos un libro en todo momento.
En las calles hay repisas para que todo aquel que quiera deposite un libro por el que, a cambio, se puede llevar otro.
Hay libros en las paradas de autobuses, en la estación de tren, en las puertas de los negocios, en las plazas, en los parques.
En Librópolis los libros encuentran a sus lectores.
Es una ciudad muy peculiar porque no hay televisiones, ahorran mucho dinero en energía y no se contamina tanto. Los libros están subvencionados porque los políticos saben que un pueblo bien educado y con conocimiento les van a exigir lo máximo, y con criterio, para que todas sean buenas personas.
En Librópolis van cerrando cárceles y abriendo escuelas. Hacen que lean los presos a sus hijos para que se mantenga ese vínculo paternal ¿a quién no le gusta leer un cuento a sus hijos? ¿a qué niña no le gusta quedarse dormida escuchando los acordes de un sonido que les prepara para el mejor de los sueños: la voz de mamá, de papá o de sus hermanitos?
Los escritores viven del cuento y no están mal vistos, todo lo contrario, es un honor poder dedicar el día a compartir la creatividad con sus semejantes, quienes reciben los escritos con entusiasmo. Las imprentas son del ayuntamiento y publican todo tipo de libros, saben que hay un libro para cada lector.
Todos hacen las cosas lo mejor que pueden, lo mejor que saben, y si alguien fracasa, entre todos se enseñan, no se ensañan, para que se pueda hacer un nuevo intento y lograr el éxito. Así no hay fracasos, hay intentos para llegar al éxito. Saben que la cooperación entre miembros de la misma especie ayuda a la supervivencia y genera una convivencia maravillosa.
Durante el día, en las plazas hay corros de lectura, los temas a leer dependen de las horas a las que se lea, obviamente por las mañanas se dedican a libros de aprendizaje o a potenciar la memoria. Las ancianas leen, los ancianos hacen los efectos especiales, ¿o era al revés?
Mientras cocinan, leen libros relacionados con la gastronomía e incluso alguien se atreve a hacer poesía de una receta. «La comida sabe mejor en verso que en prosa» dicen para comenzar debates literarios, porque allí gustan los debates. No los usan para ganar conversaciones sino para dialogar. Siempre se aprende algo de una buena conversación, el secreto está en la escucha: hay que escuchar con atención plena, sin pensar en nada más, ya habrá tiempo para meditar la respuesta.
Al salir del trabajo, los compañeros y compañeras de oficinas y negocios quedan en bares próximos para leer. Hacen tertulias sobre diferentes temas basados en sus lecturas.
Los más pequeños piden a sus padres, madres o tutores que les lean mientras comen o cenan.
Los jóvenes quedan para ir de “letronas”. «¿Nos hacemos unas letronas?», dicen. Se juntan por la noche en las plazas y leen libros con letras un poco más grandes para que con esa luz de la noche, momento en el que la magia hace que se vivan las historias de una forma especial, los jóvenes se entretengan compartiendo párrafos de vidas imaginadas por esos escritores que han plasmado sus sueños para que nosotros los hagamos realidad.
En Librópolis han aprendido a leer el texto en el contexto, por eso les gusta averiguar cuándo se escribió cada obra, qué momento estaba viviendo cada autor, autora… podemos aprender mucho si un hombre escribe afinando su lado femenino o una mujer escribe desde su lado masculino.
En cierta ocasión escucharon la historia de una librería farmacia en una ciudad de Italia, una farmacia librería que receta libros para diferentes estados de ánimo. Desde entonces cada lector hace una ficha por cada libro, en ella pone los temas que alivia esa lectura. Hay un gran edificio donde se custodian las fichas de todos los libros y explican sus beneficios, para qué sirven y los efectos secundarios: Este libro te da ganas de vivir.
Cuando alguien cae en nostalgia, o tiene un sentimiento de anhelo, leen libros de ayuda, no son de auto ayuda porque es un trabajo común. Llega un buen vecino, elige el libro adecuado para la persona en cuestión, leen, reflexionan juntos y se ayudan. La auto ayuda no hace falta porque la ayuda es mutua, es la comunión espiritual de las letras.
La mayoría del tiempo son inmensamente felices, las lágrimas por las mejillas caen cuando leen historias de cosas que pasan fuera de allí.
Hay grupos de lectura en residencias y en hospitales, en Librópolis cada día hay menos enfermos, acogen pacientes de otros territorios para que allí se curen. Leen a las personas que están en coma porque dicen que esas almas escuchan y disfrutan de las entonaciones que, como notas musicales, brotan de las bocas de los lectores voluntarios.
Durante las frecuentes conversaciones literarias se hacen muchas preguntas tales como ¿por qué los libros de ciencia ficción no tienen nada de científicos y mucho de ficción?, ¿por qué los libros de medicina no hablan de la salud?, ¿por qué los libros etiquetados como de ficción tienen más de realidad de lo que parecen?.
En Librópolis se lee hasta los espacios en blanco que hay entre palabras, entienden muchas cosas gracias a los silencios: leen entre líneas y punto.
Dudan, reflexionan, se cuestionan lo que leen. Averiguan, aprenden y comparten, pero lo más importante es que los habitantes de esta ciudad tan especial tienen empatía, capacidad de razonamiento, espíritu crítico y saben sacar sus propias conclusiones.
Han aprendido, leyendo, a pensar por sí mismos.