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Mased

Cuento compartido por Desam. Ferrández, Madrid, 22 de julio de 2021

Mased es una niña distinta, el color de su piel café con leche es opuesto al de sus padres, estos parecían bañados en leche fresca; su pelo negro, fuerte y con tirabuzones parecía ser el contrario al de toda su familia los cuales gozaban de un pelirrojo brillante, y los ojos negros de Mased son como la profundidad de un pozo, totalmente distintos a los de su parentela ya que estos tenían un color caramelo suave y delicado.

Ella es tranquila y a la vez movida y, sobre todo, con una imaginación inmensa. No necesita estar andando para moverse, se puede mover con su mente, desplazarse de un lugar a otro y disfrutar de las maravillosas flores (girasoles, margaritas, rododendros, etcétera) que tanto le gustan.

Mased crece, ya no es tan niña.

Los tres integrantes del núcleo familiar llevan una grieta o herida profunda que cada uno ha tapado, que no resuelto, como mejor ha sabido. Sin embargo, el odio contenido, sin que sea reconocido, es tan grande que remueve todas las células el día que asoma por cualquier resquicio cuando se habla del susodicho tema, ese que marcó un antes y un después en la vida de la tribu a la que pertenece la niña.

Mased tiene montones de amigos que la abrazan y disfrutan de su compañía.

Hay veces que tiene que repartir los encuentros porque si no se pasaría el día de cháchara con la gran pandilla que ha reunido gracias su carácter afable. Los ama y respeta a todos, sabe de la particularidad de cada uno; eso, además de que le gusta, hace de cada conversación una enseñanza segura. Ha aprendido a no tener prisa en los encuentros y dosifica la cantidad para no tenerlos en exceso y poder disfrutarlos con más calidad.

Se siente realmente agradecida por tener tantas y tan buenas amigas, pues en cuanto tiene una necesidad, es cubierta por alguna personita de la pandilla, si tiene algún problema lo habla abiertamente con alguna de sus amigas, ya que tiene mucha confianza con ellas.

A pesar de ser tan popular a veces se queda en casa para estar con su familia porque piensa que es lo que se necesita para que la relación entre madre e hija sea buena.

Su familia, al contrario que sus amigas, rehuyen su conversación, la evitan en la medida de lo posible y esto hace sentirse incomoda a Mased. No entiende porque no puede expresar su forma de pensar y vivir sin que los demás o la ignoren o corten la conversación introduciendo un tema trivial en medio de algo interesante y vital para ella.

Mased pregunta y se preocupa por el estado de su familia, deja que se expresen y cuenten todo lo que quieran. Cuando ellos acaban de hablar, entonces ella aprovecha para intentar contar, inútilmente, su última experiencia porque, como si algo les molestara, le cortan en mitad de la conversación para contar algo irrelevante como el tiempo que va a hacer según habían dicho en el noticiero de la televisión.

¿Por qué se sienten tan incómodos con sus preguntas?

¿Por qué no quieren hablar de sus vidas? Se pregunta Mased.

«Yo respeto sus vidas» piensa Mased, «aunque no puedo decir que pienso como ellos y ni, desde luego, asentir en todo». Eso segaría la creación de una probable conversación, cosa que intenta tener por todos los medios, sin atosigar, claro está, a sus interlocutores.

Otras veces la respuesta es tan tajante que deja fuera de lugar cualquier otro comentario.
¿Será la forma que consiguen para decir a Mased con suavidad, cállate?

Mased se pone triste porque no entiende que pasa con estas personitas de su misma sangre, que no actúan como sus amigos, ya que estos se pasarían horas charlando, exponiendo y debatiendo con ella.
En esos momentos Mased se hace pequeña y los rizos cubren su triste rostro, se pone en cuclillas sujetándose las rodillas para ver si así nadie la ve y puede entender qué pasa. Ella piensa que el problema no lo tienen los demás, el conflicto está en ella que extiende sus brazos para que la abracen y encuentra como respuesta un frío abrazo sin brazos que la envuelvan, su corazón se quiebra, se rompe en trocitos y de las grietas salen lágrimas de preguntas, ¿soy incomoda para ellos? ¿Les duele el abrazarme, quizás por la despedida?

«No lo saben hacer mejor» piensa, sin embargo, hoy grita: «Estoy hasta las narices de ser yo la comprensiva, la que he de entender, la que da otra y otra oportunidad».

Una vez salen y libera las palabras, le viene la idea de que en lugar de hacerse ella las preguntas, igual es buena idea que le pregunte a los consanguíneos en cuestión qué necesitan de ella, qué puede hacer por ellos o si se sienten incómodos con ella. Si consiguiera está información sin facilitar el cierre de la conversación por parte del interlocutor sería lo más… ¿Cómo hacerlo? Sabe que la técnica utilizada no le sirve, que el no provocar diálogo tampoco ya que su familia pasa de hablar, ¿qué hacer entonces?

De sus rizos oscuros salen mil y una probabilidades, pero se quedan en eso, probabilidades.

Ella es abierta, sincera, no miente, no oculta, quizás sea esto lo que incomoda a su tan distinta familia o acaso está con ellos para aprender que no se puede gustar a todos y que predicar en casa no es lo mejor… siente su resentido corazón volverse a quebrar…

¿Por qué hoy es diferente? Porque ha sido tan obvio que solo un ciego no lo hubiera visto, llora por dentro y por fuera, en breve se encontrará con agua hasta los tobillos, a ver si esto le hace vislumbrar la forma de actuar adecuada.

Tampoco quiere conectar con todos sus silencios y aislamientos tristes vividos en soledad, ya que ya sabe el resultado, ha aprendido y quiere superarse y hacerlo mejor o simplemente diferente.

En cuclillas, en su rincón de pensar, espera que alguien la encuentre para abrazarla y le pregunte «¿qué te pasa, amor?» Y así ella se pueda expresar a la primera, sin ponerse la coraza de protección que aprendió a utilizar en cuanto tuvo uso de razón, y es que demostrarse frágil y dañada no era lo habitual. Aprendió a salir airosa sin ayuda. Ejerce de cuidadora fuera porque en su familia no se admite la opción de ser ayudados, ya que esa frialdad se convertiría en calidez, suavidad e incluso necesidad de ser atendidos y ellos no están en la tesitura de dejarse ayudar u ofrecer una visión de vulnerabilidad.

Mased supone que aprendió a ponerse coraza como una forma de protección ante la frialdad y pocas muestras de amor por parte de los que más quiere, para no sentir dolor y salir bien parada de las negativas de ellos ante la demanda abierta de la niña.

En otras ocasiones piensa que según vaya creciendo todo cambiará, sin embargo, mientras llega ese momento ha decidido preguntar directamente y dejarse de elucubraciones que solo hacen que agrandar la bola de nieve… Mased pregunta:

«¿Hay algo que esté en mi mano para mejorar tu vida, nuestra relación y nuestra comunicación?,

¿estás a disgusto cuando estoy en tu casa?, ¿soy lo suficiente amable y cariñosa contigo?»

Mased es una niña lista y le han contado que familias enteras no se hablan y no saben muy bien por qué.

Querido lector ¿Se te ocurre una pregunta para que Mased la utilice con su familia?

Gracias

 

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