No estamos locos, sabemos lo que queremos
“No estamos locos, sabemos lo que queremos” sin embargo día a día vivimos en un mar de contradicciones. Nos bebemos “la chispa de la vida” que nos perjudica la salud, sabemos que comer bebiendo refrescos carbónicos no es bueno y que puede llevar a la obesidad, además hay rumores de que llevan ciertos componentes que son nocivos.
Cuando nos damos un premio o premiamos a nuestros hijos les/nos compramos chuches que nos envenenan, nos pueden producir alegrías, hiperactividad o a corto plazo nos pueden generar una diabetes tipo 2… Pero así y todo seguimos premiando el buen comportamiento como diciendo, “Muy bien, tomo/toma un poco de veneno”.
Los snacks, tipo patatas fritas que te retan ¿a qué no puedes comer sólo una? O “Cuando haces pop ya no hay stop”, son comidas que por el tipo de satisfacción que produce, placer inmediato pero con repercusión a medio plazo, obesidad, sobre todo cuando se consume con “la chispa de la vida” son adictivas, por eso son tan acertados los eslóganes que utilizan.
Nos están envenenando con las conservas en lata o en cristal, con los teléfonos móviles, con las industrias químicas y con las medicinas que en muchas ocasiones llega antes el remedio que la enfermedad, curioso, ¿verdad? Los laboratorios no trabajan para evitar caer enfermos, tratan de quitar el dolor pero no llegan al origen del dolor y para enfermedades rentables, si se tratan de enfermedades raras, “¿para qué vamos a investigar una cura si no es rentable?” me respondió un día un investigador farmacéutico amigo, “no somos ONG´S”
Estamos en la sociedad de la desconfianza, en la sociedad del “yo”, del “mío” o “mis”…Vivimos con cada vez menos espiritualidad o ética, compramos los ejercicios espirituales a costa de banquetes, fiestas y grandes regalos para que nuestros hijos pertenezcan a un club que ni siquiera saben muy bien de qué va, pero lo que es peor, ni los adultos recuerdan el origen de esa doctrina. Las cosas las hacemos porque si, porque son tradición, el resto no importa. Mientras lo recordamos o aprendemos, premiamos la espiritualidad con consumo desorbitado…y luego nos extraña que se adore al dios dinero en lugar al verdadero dios amor incondicional.
Vivimos en la sociedad de la perfección, si se ajusta a nuestros cánones preestablecidos sirve, si no a eliminarlo del sistema. No me sirve, no lo quiero.
Tenemos un montón de opciones donde elegir pero vivimos presos de clichés y si no se adapta a la manada lo excluimos y punto en lugar de convivir con respeto a lo diferente.
Estamos en la sociedad de la comunicación, sin embargo no escuchamos si no me interesa, me burlo, huyo o no miro.
Y si encima en nuestra sociedad del bienestar vemos que algo nuevo nos acecha y tiende a sacarnos de nuestra famosa “zona de confort” lo destruimos antes de que contamine el sistema, empezando por los medios de comunicación…
Vemos los consejos comerciales en televisión y nos creemos a pies juntillas que la baba de caracol, el semen de ballena, el veneno de serpiente o cualquier otro producto extravagante nos puede ayudar a mantenernos jóvenes eternamente…y olvidamos que el secreto está en nuestro interior, en ser sencillamente felices. Pero lo dice la tele…ayudados por un gran equipo de marketing y por eso se llama publicidad, aunque lo quieran definir como consejos comerciales… Ayer mismo escuché que un “producto es muy bueno, lo dicen en la tele”…dios televisión…
Al final nos vamos aislando y nos rodeamos de gente afín a nosotros. Seres tan buenos o impresentables como quieran vernos y juzgarnos los que están a nuestro alrededor, dentro o fuera de nuestro círculo.
Tenemos la posibilidad de aprender lo mejor de cada cultura pero nos aferramos en ver las diferencias no las semejanzas, lo malo en vez de lo bueno. Vivimos dando lecciones de cómo ser pero no queremos ver como no debemos ser.
Damos ejemplo de consumo, hipocresía y malos modales en vez de amar y hacer el bien como forma de vida, hasta que, como leí en un hermoso texto sufí, el bien prevalezca sobre el mal.
Pero ¿qué es el bien? ¿la supervivencia del ego o la humildad del aprendiz? ¿Quién puede cambiar el mundo? ¿Quién puede nadar contracorriente por tantas horas sin agotarse?
A veces, en el camino de la evolución te encuentras con unos maestros que, con su ejemplo, te enseñan como vivir y otros como no debes vivir. A todos les debes respeto aunque nos cueste entenderlo, pero el mayor despertar de la consciencia es el que ocurre tras un tropezón, el gran maestro que te mete el dedo en el ojo, que te pone la zancadilla es al que debes de agradecer que todo pasa por algo, y si ese maestro pasó por tu lado en un momento es para que evoluciones y recuerdes vivir con coherencia y que debes de hacer el bien hasta que tu bien prevalezca sobre su mal, de lo contrario, no es vivir coherentemente, es sencillamente copiar y pegar pensamientos para alimentar nuestro EGO de maestro.
Lo difícil es, querido amigo, vivir coherentemente. ¿pero a quién no le gusta comer patatas fritas mientras se toma un refresco y unas chuches?
A mí, a veces, también me cuesta mirar al vecino con buenos ojos, en vez de darle un abrazo quiero darle un…es entonces cuando repito mi mantra “haz el bien hasta que tu bien prevalezca sobre tu mal” y me pregunto ¿Bien/mal? ¿y quién soy yo para juzgar? Nadie más que un humilde aprendiz de maestro. Y agradezco la posibilidad de aprender, evolucionar, amar para poder vivir coherentemente.