Otra noche “muy” buena
17 de diciembre de 2018. Redacción: Jose Escudero Ramos
#Proyectobelén2018
Cada noche que salimos a visitar a nuestros amigos que viven en las calles aprendemos nuevas lecciones. Hay tantas vidas detrás de estas personas
El sábado volvimos a repartir mantas, caldo caliente, sándwiches, polvorones, galletas y amor por las calles de Madrid. En esta ocasión salimos Silvia, César, Marta J, Desam y una nueva colaboradora, otro bello ser llamado Marta también. Ya son tres Martas en este pequeño grupo…
¿Qué hubo de especial esta noche de un 15 de diciembre? Lo que todas las noches: Que podemos compartir, que podemos amar, que podemos ser escuchados y escuchar, que abrimos los corazones, que…
Porque no hace falta que sea Nochebuena para hacer magia en una noche especial, porque todas las noches son buenas para amar…
Comenzamos por la Plaza de Isabel II en Madrid.
Lo que hemos aprendido en estos años que llevamos repartiendo comida entre las personas que viven en las calles es que todos podemos acabar allí, todas las personas tenemos una historia que contar. Al igual que todos podemos compartir comida y tiempo con todo tipo de personas, indigentes, sin techo o ejecutivos o amas de casa. Da igual la condición, del que necesita ayuda, ya sea voluntario, colaborador o indigente…
Vivimos en una sociedad en la que no vemos más allá de nuestros gadgets electrónicos. ¿cómo vamos a ver a los invisibles?
Hemos aprendido también que no hace falta pertenecer a ninguna asociación para salir a repartir comida. El sábado vimos a una madre y dos niños bien jovencitos, repartiendo charla y comida con algunos de los hombres con los que estábamos charlando nosotros.
Uno de estos personajes de la calle es un exconvicto protagonista de algunas películas como Deprisa deprisa, esas de delincuentes juveniles famosos de los 80, un hombre con ganas de hablar de contar y de ser escuchado. También escuchamos a José, a Iván y a otros amigos que ya van teniendo nombres, unas historias y sobre todo “corazones”. Nos van contando como sienten, que quieren, que esperan… mientras vemos pasar familias, de esas que no salen en los periódicos, que dedican el tiempo de una noche de sábado a hacer felices a los demás. Por cierto, para mí no es importante, pero esa familia a la que me refiero, es de color. Podrían ser españoles, podrían ser inmigrantes, a mi me da igual. Son almas incoloras que comparten y aman, eso es lo que importa. Tampoco me importa si el que está frente a mí es un exconvicto o qué. Lo importante es que juntando nuestras luces iluminamos la ciudad, iluminamos la humanidad.
El ser humano es más efectivo si hay comunicación, si se fomentan los valores y todos tenemos un valor que destacar.
Me encanta observar la escena, como unos y otros componen un universo lleno de magia. Está Desam sentada en un colchón donde José está tumbado, vacilando y con ganas de charla, cuenta mil y una batallas. Marta J. está por otro lado con otro ser con tantas historias que contar que nos quedaríamos toda la noche escuchando. Iván, Marta C. y yo conversamos sobre los malabares de la vida. Silvia y César sonriendo, escuchando, observando…
Preguntamos dónde podemos encontrar a más personas que duermen en la calle y nos mandan a unos soportales. Hay un hombre durmiendo y otro que ya conocemos de otras veces. Como somos muchos, César y yo nos quedamos atrás charlando y observando mientras escuchamos las risas de nuestras compañeras.
Poco a poco vamos conociendo el tipo de personas que viven en la calle, cada vez hay más desahuciados, pero también hay muchos que están en esta situación por libre elección. No se adaptan a las normas de una sociedad y hacen una vida en “libertad” ¿es bueno?, ¿es malo? No voy a juzgar. Me niego a juzgar ¿son unos valientes?, ¿son inadaptados?, ¿qué es ser adaptado?
Nos cuentan, nuestros amigos de la calle, que a ellos no les falta comida, hay muchos grupos que pasan repartiendo. Algunos de nuestros amigos sacan dinero trabajando en trabajos temporales, otros hacen malabares… hay uno algo enfermo que no puede moverse sin la ayuda que su orgullo no le permite pedir, ni aceptar.
Hay tantas historias que contar….pero para eso hay que pararse a escuchar…
Seguimos el recorrido del sábado noche yendo hacía la plaza Mayor, de camino nos encontramos con una persona que nos pide comida y caldo y nos dice que vayamos a la plaza que haya muchas personas necesitadas.
Fuimos deseando ayudar y nos encontramos con unas decenas de personas que al ver que repartíamos se abalanzaron hacia nosotros. Nos pedían ropa de abrigo, zapatos…dimos como pudimos, a los que pudimos pero no teníamos para todos. Cuando se nos acabó todo aún venían a pedirnos más. Nos quedamos algo afectados y preguntamos que podíamos traer para posteriores ocasiones. Al parecer, se juntan unas 200 personas sobre las 8 pm. cerca de la Casa de la Panadería porque hay un grupo de voluntarios que reparte, de una manera muy ordenada, mantas, bolsas de comida, bebida… De hecho, cuando nos íbamos, se formaban dos filas, una con voluntarios de todas las edades y otra con los indigentes, no todos viven en la calle pero si es cierto que no tienen recursos y aprovechan la generosidad de todas estas bellas almas que dedican su tiempo a dar de comer a una parte de la sociedad, les abrigan y en estos días, quizás, conseguir algún juguete con el que alimentar la ilusión de la chiquillería.
Nos fuimos con ganas de volver: el 23, el 24… y comida, ropa… yo voy a pedir… yo voy atraer… tantos deseos… Y nos volvemos a preguntar ¿dónde está esa varita mágica, por favor? Tras silenciar la mente la respuesta llega: en el corazón.
Nos quedamos con ganas de hacer más…pero ¿de qué forma? Es verdad que hay 200 personas en la Plaza Mayor esperando ayuda tipo ropa y comida, de esas personas no conocemos ni sus nombres. Fue todo tan rápido…pero lo que hemos aprendido estos años es que se da mucho de eso pero lo que más necesitan en una mano que dar, un abrazo que les reciba a pesar del aspecto, quieren recibir dos besos…y que se les pregunte cómo se llaman…y si podemos sentarnos a su lado para escuchar un par de horas, buff… ¿dónde está esa varita mágica, por favor?