¿Qué me vas a pedir tras el abrazo?

Jose María Escudero Ramos. Madrid, 7 de diciembre de 2024

La mañana del sábado 7 de diciembre volvimos al hermoso Parque de El Buen Retiro a pedir abrazos. Siempre que vamos, regresamos a casa llenos de una muy hermosa energía. El abrazo sentido, meditado, el que hace que los corazones que se acercan al juntarse los brazos de dos desconocidos, se conviertan en pequeñas estufitas. Abrigan los cuerpos y almas de los que abrazan, personas que no se conocen, que se atreven a mirar a los ojos a desconocidos.

Los beneficios de los abrazos son tantos que no sabría por donde empezar… hay que sentirlos. Hasta las más grandes neuropsiquiatras “recetan” abrazos para mejorar la salud.

En la jornada del 7 de diciembre, una mujer se paró frente a mí y muy seria me pregunta. ¿Qué me vas a pedir tras el abrazo?

Tiré el cartel de ¿Me das un abrazo? al suelo, sonreí y mirando a sus ojos respondí: No hay truco, no voy a pedir nada a cambio. Solo quiero tu abrazo, no hay nada escondido tras esto. No queremos más que sentir, no todo es materialismo en el mundo.

Nos abrazamos. Nos sentimos muy a gusto. La buena señora rompió sus esquemas mentales y se fue tan contenta.

Todavía somos muchas personas que preferimos un abrazo, una sonrisa y una buena conversación en lugar de cualquier otra cosa material.

Romper estereotipos, hablar con desconocidos y poder sonreír con personas ajenas a nuestras vidas, son tesoros a los que no renuncio. Y si además escuchamos historias hermosas de personas solidarias como Alberto y Patricia, que recorren media España para ir a “hacer un poquito” en esa realidad distópica en la que se han convertido los lugares afectados por las inundaciones de Valencia, mejor que mejor porque nos hace confiar todavía más en el ser humano.

¿En qué creer en las maldades que cuentan los noticieros o en las historias que vives junto a personas que quieren, y hacen, un mundo mejor solo con sus ejemplos de vida?

Igual tendríamos que quemar las televisiones y salir más a hablar con desconocidos, comprobaremos que los que hacen por el bien común no suelen estar apoltronados en cómodos sillones de un hemiciclo en el que se debería parlamentar en lugar de cacarear.

Gracias a todas las personas que nos han ofrecido su calor en este frío día de diciembre.