Soy fuerte, relato de Desam. Ferrández
Desam. Ferrández. Madrid, 29 de octubre de 2023
SOY FUERTE
Ya no hay marcha atrás, ya explotó todo. Quizás en algún momento pueda recoger los trozos y recomponerlo si es que me acuerdo del lugar donde iban.
Paseo y no sé a dónde me dirijo. Mis pies solo quieren andar, alejarme de este lugar donde hizo que se explosionara lo que yo pensaba que era mi hogar.
Vuelvo al lugar donde ya nunca más descansarán mis huesos, recojo mi energía y mis alas.
Algunas cosas van directamente a la basura, no pueden salir de este lugar porque no han conocido otra cosa, no subsistirían en la jungla de ahí afuera.
Soy fuerte.
La oscuridad es absoluta.
En cuanto cierro los ojos me encuentro en el centro de una habitación vacía y oscura, quisiera tener vértigo pero no lo tengo, quisiera caerme por un precipicio pero hay paredes, recojo las cosas como la gallina recoge a sus polluelos para llevarlos al lugar seguro.
Busco una maleta para guardar lo absurdo, quizás guardarlo en el corazón sería lo correcto, aunque «eso» tiene tantas aristas que podría romper cualquier urna en la que lo introdujera.
Quisiera tener angustia pero no la tengo, inexplicablemente no la tengo, aunque podría provocarme el vómito y vomitar todo lo que está estancado en no sé dónde, aunque la certeza me chiva «sí, está».
Quisiera gritar a toda la ira que veo que se acerca, en lugar de eso tomo distancia a ver si con un poco de suerte no me alcanza y sigue todo igual.
Parece como que no pasara el tiempo por la que un día fuera mi zona de confort. No se movió mi sillón y podría seguir pasando, sin pena ni gloria, una vida sosa aunque conocida.
Quisiera gritar sacar todo el aire, expulsarlo todo fuera hasta que se sequen los pulmones y se queden vacíos y negros como en la habitación donde me encuentro cuando cierro los ojos, pero me da miedo que tropiece con un cristal o con la pared y vuelva a mí, como un maldito boomerang, para volverse a introducir a través de la herida abierta como una mangrana sangrante, y la extracción sea peor que la propia contención.
Agua, sodio, potasio, glucosa y diferentes compuestos químicos resbalan sin ningún pudor un recorrido demasiado transitado para mi gusto, con su formato perfecto y precioso, capaz de unirse a sus semejantes haciendo peña para inundar cualquier superficie por oscura que esté.
El habitáculo se empequeñece y me encuentro empatizando con el miedo y la tristeza de un desconocido, una emoción oscura se corta entre ambos, sin brazos para sostenernos nos devanamos de llanto por separado.
Soy fuerte, me digo.