Un cuento entre todos en la Feria del Asociacionismo
El pasado mes de noviembre tuvo lugar la IV feria del asociacionismo que organizó el Ayuntamiento de Madrid. Fuimos invitados a impartir una muestra de nuestro trabajo del taller de narrativa, Un cuento entre tod@s cuyo resultado compartimos más adelante.
Un cuento entre tod@s es un taller de narrativa participativa creado por nuestro fundador Jose María Escudero, en el que los asistentes pueden desarrollar su creatividad a través de una narración compartida, comienza uno de los asistentes y el siguiente continúa por donde ha quedado el anterior, así se construye el argumento. Con el conjunto de las narraciones se escribe un cuento entre todos.
Amapolas en la gran ciudad
Érase una vez una joven mayor de edad que vivía en un pequeño pueblo, era tan pequeño que se le acababan las historias. Un día decidió coger su mochila y marchar a una ciudad grande para encontrar nuevas y diferentes historias. Una ciudad donde poder encontrar más recursos, más agenda cultural, más gente y también donde poder hacer nuevos amigos.
La primera tesitura fue decidir “¿qué me llevo?, ¿qué no me llevo?”. Abrió la mochila y empezó a poner toda la ropa que tenía de color rojo, porque ella creía que necesitaría esa energía para su viaje. Cuando terminó de hacerla, la agarró, se puso la mochila a la espalda, se despidió de sus amigos y fue camino a la gran ciudad.
Nada mas llegar, se encontró en una estación gigantesca, tan grande, tan grande como todo su pueblo, tan grande, tan grande que no supo salir de allí.
Se cruzó con un chico que le ayudó a salir de la estación, le dijo “conozco un lugar maravilloso que te va a encantar”.
La llevó a un pequeño jardín dentro mismo de la ciudad. Era como un pequeño oasis completamente lleno de amapolas rojas que hacían juego con la ropa de Dorotea
El muchacho invitó a su nueva a miga a que oliese las flores diciéndole que son amapolas muy, muy especiales, “con el perfume que desprenden te van a ayudar mucho en la empresa que has empezado al venir hasta aquí, acércate a olerlas…”
Ella se acercó y… no olía nada, “¡qué raro!_ respondió_ “Tienes que abrir tus sentidos para poder oler, si no abres tus sentidos no vas a oler, ni percibir nada de lo que hay a tu alrededor”.
Y así hizo. Empezó a oler todo lo que tenía cerca, a ver cosas a su alrededor, a abrir sus sentidos y a disfrutar…
Dorotea quedó alucinada al ver todas las amapolas abiertas y rojas. Ella misma creyó que era una amapola y se acurrucó, se quedó sentadita entre las flores. Como iba vestida de rojo desde fuera no se la veía. El amigo, que en un momento se había despistado, empezó a buscarla, no la encontraba hasta que ella se abrió de una manera especial, desde dentro, que es lo más importante, todas esas sensaciones que salieron de ella las percibió el amigo, así se dio cuenta de donde estaba, por su olor, por su sonido. Parecía una amapola, es verdad, era diferente y seguía siendo ella, su amiga…
“Un momento. Un momento”_ gritó nuestra Dorotea_ “ya sé lo que pasa cuando floreces. Floreces cuando te das cuenta de que todo lo que llevas encima es banal, lo que realmente nos forma es lo que no tiene forma cuando dejamos las mochilas atrás y no nos importan los colores, ahí es cuando sale nuestra verdadera esencia. Por eso nos integramos en el todo, en el campo de amapolas. Pero Lucas, ¿qué haría falta para volver a integrarnos a la sociedad de donde venimos?, ¿cómo podemos volver a ser?, y es más, dejar de ser y volver a integrarnos en este campo, ¿cómo podemos volver al campo, o a la ciudad ?, ¿cómo podemos volver a ser nosotros mismos cuando no nos gusta de donde venimos?…
Me lo has puesto muy difícil, Dorotea_ contestó Lucas_ pero creo que en el momento en que te acostaste y te camuflaste como una amapola, es el momento en el que se ha realizado esa especie de conexión con la tierra, con la amapola y con tu ser interno. Yo voy a hacer lo mismo que tú, me voy a acostar frente a ti a ver qué sucede.
Los dos conocidos se acuestan uno enfrente del otro pero a Lucas no le sucede lo mismo que a Dorotea, él no se quedó en el campo de amapolas porque su cabeza estaba con toda la tarea que tenía que hacer. Dorotea dice a Lucas:
-Sileeeencioooo.
-No estoy hablando, Dorotea.
-Lucas, que te estoy oyendo_ insiste_ que tu cabeza no para.
-Que te digo que no hablo_ vuelve a decir el joven.
-Lucas, céntrate solo en una amapola.
-Vale_ contestó.
Lucas se centró y de repente como una eclosión dentro de su corazón empezó a oler las amapolas de diferente manera y dijo: “me estoy emocionando, me lo ha tenido que hacer ver una muchacha de un pueblo, no me lo puedo creer, Dorotea, esto es fantástico, llevo años visitando este lugar tan precioso y hasta ahora no lo he vivido así. Oye, tú y yo podemos ser muy buenos amigos, ¿te parece?”.
A lo que Dorotea contesta riendo: “pues sí, si me vas a llevar a estos sitios tan maravillosos quiero ser tu amiga”.
Lucas responde que “no hace falta ir a lugares tan bonitos como este porque los mejores lugares a los que puedes llegar están dentro de ti y de mí. Dentro de cada uno de nosotros tenemos maravillosos lugares que visitar y no hace falta que busques eso, ni que viajes tanto, porque dentro de ti puedes encontrar las más maravillosas historias”.
-Sí, pero que yo también quiero estar fuera, yo quiero salir a la ciudad, precisamente he venido aquí para conocer historias, para descubrir otros mundos y no me quiero encerrar en mi misma. Esos mundos maravillosos que he descubierto, buena parte en mi pueblo, quiero confrontarlos con la realidad de una ciudad y quiero compartir.
Bueno, en ese caso yo te puedo invitar a que vengas conmigo a una casa okupa_ le dice Lucas. Yo estoy viviendo ahí porque no tengo nada de nada, solo te puedo ofrecer un colchón que hay cerca del mío.
Vale, dice Dorotea, me voy contigo.
Vivían en el piso okupa y no todo eran alegrías, hubo problemas, pasaron por una situación difícil. Lucas no tenía trabajo, ni ingresos, tenían que encontrar comida en algún lugar y gracias a la solidaridad de la gente del barrio salieron adelante.
Pero a Lucas le rondaba una pregunta en la cabeza, ¿de dónde viene Dorotea? ¿de qué pueblo, de qué mundo, puede venir para querer conocer otras cosas porque de donde viene se le queda de alguna manera pequeño? Él, que conocía toda la agresividad que supone vivir en una ciudad, intentaba convencerla para que no se quedara, que volviera, la decía que una ciudad es un entorno muy hostil en donde vivir; que seguro que ella, después de conocer un poco este mundo de la ciudad, querría volver a su pueblo y él estaría encantado de acompañarla hasta allí.
A Lucas le resultaba gracioso ver como todo lo que él veía como problemas para Dorotea eran desafíos y se los tomaba a risa: ¡guau!, ¡qué divertido!_ respondía siempre con una sonrisa. Si Lucas decía ¡Vaya un un problemón! Dorotea salía con un “¡que no es un problema, es un desafío!.
Lo bonito de esto es poder pasarlo, superarlo, pues es cuando realmente desarrollas el crecimiento personal; cuando no te quedas rendido en el camino, cuando superas toda adversidad, aunque eso Lucas no lo entendía: “si estabas en un pueblo pequeño porque te vienes a buscar estos conflictos a la ciudad”. “Pero si son experiencias” respondía Dorotea contentísima. “Lucas, todo son experiencias y me encantan. Compartir contigo una casa okupada nunca estuvo en mi mente cuando vivía en mi pequeño pueblo pues allí todos tenemos casa y los que tenían problemas, ahí estaba la labor de mucha gente que nos apoyamos entre nosotros. La solidaridad, el camino correcto, el encontrar ángeles en el camino, eso es lo hermoso.
Lucas al final accedió a vivir “las experiencias”. En lugar de ver problemas, veía desafíos a superar y empezó a vivir la vida de otra forma.
Y así se juntaron en la casa azul, el blue en ingles, que significa tristeza, con el rojo llamativo y la fuerza de Dorotea, surgió el violeta. El violeta transmutador, el violeta que hace que las cosas cambien… y cambiaron, no la gran ciudad y sus problemas o desafíos, sino la forma de enfrentarse a ellos, la forma de verlos y sentirlos.
Y por allá por donde Dorotea y Lucas pasan, glorietas, cruces, calles, edificios grandes y caros en lujosos distritos o viviendas pequeñas en barrios humildes, encuentran gente que ve la vida de otra forma, transmutan su forma de ser para ver en lugar de una difícil y violenta ciudad, un hermoso jardín del paraíso… que les recuerda a aquel campo de amapolas en el que se tumbaron los dos al principio de este cuento.
Y colorín, colorado… perdón, perdón… Colorín Azul, colorado, Violetín transmutado, este cuento ha terminado.
Participaron en el cuento:
Ester Chapero Reina (Conartritis Madrid)
Gloria Riveros Madrid
Ramón Calero Chamorro
Jose María Escudero Ramos
Desam. Ferrández Doménech