Un cuento improvisado
Cuento escrito por Desam. Ferrández, 21 de noviembre de 2018
Me encuentro en el porche de una casita rodeada de árboles, plantas y sol.
Realmente no soy consciente ni de cómo me encuentro porque estoy metida de lleno en la trama de un libro que ha acaparado toda mí atención, de repente me siento observada y despego la mirada de la tinta, bajo el libro perezosamente y me asomo por encima de el, y para mí sorpresa encontrarme con unos ojos avellana observándome, al otro lado del libro se encuentra una niña, rubia, pequeña, curiosa.
Ni siquiera oí sus pasos al acercarse y mucho menos el leve sonido que hace la valla de entrada al abrirse.
Nuestras miradas se cruzan, cierro mis ojos con fuerza por si es una visión sin embargo al abrirlos sigue allí, le sonrío y ella sigue quieta como petrificada en el mismo lugar, bajo el libro y le tiendo mí mano mientras de mí boca sale un hola, la pequeña mira mi mano vacía, me mira y vuelve su mirada a la mano…
Parece que no entiende porque extiendo el brazo si no llevo nada para ofrecer, agarro su manita pequeña, frágil y entonces agito suave su brazo, mientras le digo buenos días, ¿cómo estás? ¿cómo es tu día?
La niña me enseña todos los dientes mientras se ríe a carcajadas, como si fuera la primera vez que le agitaran el brazo, me acerca la mano con el brazo rígido para que la vuelva a saludar, yo también me estoy riendo pues me he contagiado de la frescura de la risa infantil y repito el protocolo del saludo, agitando su bracito mientras le pregunto ¿qué tal es tu día?, comienza otra vez a desternillarse y se va corriendo.
Como vino se fue, retomo la lectura mientras mi rostro mantiene su sonrisa.
Curiosas las cosas que pasan, nunca había visto a esta niñita por aquí.
Encontrar el párrafo por el que me había quedado y de nuevo sumergirme en los hechos que narran estas hojas fue todo uno, por lo que me olvide rápido de la visita.
Todavía no había devorado una página y me encuentro con los ojos avellana que me miran por encima del libro, pestañeando graciosamente y con rapidez para llamar mi atención, estoy muy emocionada con la lectura, sin embargo, la niña me hace mucha gracia, dejo la lectura para hacer caso a la visita que sin ser invitada ha entrado al jardín.
Hola, le digo, ¿sabes ya leer las vocales?, la pequeña me mira y sin soltar palabra mueve bruscamente su cabeza de derecha a izquierda en signo de negación, ¿tienes algún libro en casa? Vuelve a responderme de la misma manera, ¿quieres que te lea un poco? Esta vez el movimiento cambia y es de arriba abajo, mientras al mismo tiempo se sienta en el último peldaño de la corta escalera, yo pensé por un momento seguir en la butaca, pero decidí que mejor me ponía a su lado.
Allí sentada en el suelo y con una oyente esperando a que comenzara el viaje al cual las historias contadas por otros nos llevan, pensaba que quizás esta novela no fuese adecuada para una joven de tan corta edad e igual le aburre porque no la entiende, empecé la lectura y a media pagina la niña estaba bostezando a pesar del énfasis que yo ponía en la lectura. Tal y como ya me había imaginado, se aburre.
¿Qué puedo hacer para que no se vaya tan silenciosa compañía? Me pregunté, y entonces se me ocurrió que podía inventarme una historia y escenificarla.
Pensado y hecho, me levanté y empecé a inventarme una historia donde había varios niños que iban de excursión y cada vez que hablaba un personaje diferente yo cambiaba mí voz, la niña dejo de bostezar, sus ojos cada vez brillaban con más intensidad y su cara demostraba más interés.
Como veo que le gusta y esta disfrutando, la invito a que represente un personaje, el que ella quiera, incluso que se invente uno nuevo, se me queda mirando muy seria y pensativa, se levanta y se va sin decir palabra.
Me quedo confundida, no esperaba esta reacción, pero será que no le gustó mí propuesta. Sonrío y ,sin drama, retomo la lectura, que, como ya he dicho antes, tengo ganas de seguir absorbiendo las palabras que me lleva a otros estados. Este capitulo me tiene en vilo.
De pronto, noto una manita suave y calida que toca mi brazo, yo doy un respingo, ya que estoy en pleno desenlace y tan concentrada que otra vez no he oído entrar a la pequeña, se asusta de mi propio gesto, me mira con sus ojos avellana grandes como platos, tan abiertos que parece que se le vayan a salir de la diminuta carita y una mueca extraña en su boca, al darme cuenta de que es la niñita de antes, de la que no se ni su nombre, porque todavía no he oído su voz, le digo, “hola, disculpa el susto, pero es que no te he oído entrar” y le sonrío mientras cierro el libro.
Me enseña que se ha puesto unas botas que llevan luz en la suela y unas alas pintadas además de un pantalón de esos con manchas de camuflaje, le digo con gran gusto que ya se que personaje quiere ser, tu quieres interpretar a la muchacha exploradora que se atreve a escalar un árbol y a entrar en la cueva porque su gatito es un atrevido y a veces tiene que ayudarlo a regresar a casa, me contesta que sí con un movimiento de cabeza y aplausos.
Bien, pues comencemos nuestro cuento, pero primero dime tu nombre, yo me llamo Desam y el tuyo es… Dríade contesta con una voz suave y vergonzosa, mientras mira al suelo, como si hiciera algo malo al hablar o por decir su nombre…
Encantada Dríade le digo mientras agito su bracito y le miro con una amplia sonrisa, ¿empezamos a crear el cuento? Su cara cambia inmediatamente de gesto, dibujando una sonrisa y devolviendo la luz a sus ojos redondos y hermosos.
Se nos pasa el tiempo mientras imaginamos nuestro propio cuento e interpretamos el personaje que queremos y hasta la situación que nos apetece, cuando comienza a anochecer la niñita dice que se va, le pregunto si vive cerca y me dice que no con la cabecita, ¿vendrás mañana otra vez? Vuelve a mover su cabeza en modo negativo, bueno pues cuando quieras jugar ya sabes donde vivo.
Ahora es ella la que me toma de la mano y agita mi brazo, su mirada se clava en la mía, sosteniéndola, yo tampoco retiro la mirada, parece como si nos estuviéramos reconociendo o recordando, me arrodillo y le pido un abrazo, me lo concede con un movimiento de cabeza.
Nos abrazamos en silencio, sintiendo nuestros acompasados corazones sonando con el mismo tono, me encanta sentir esto, su cuerpo de apariencia frágil tiene más fuerza de la que creo, abrazándome fuerte, me reconforta enormemente y al separarnos me dice, sí, me he divertido y espero que tu también, ja ja, eso mismo te iba a preguntar yo…
Que niñita tan extraña.
Se va igual que vino, en silencio, cuando regreso al libro veo una piedra muy hermosa, salgo a devolvérsela rápidamente, pero ya no hay rastro de la cría por ningún lado.
¿Abre soñado todo esto?, si no tuviera la piedra en mi mano, pensaría que lo he soñado, me ha dejado su presente para que sepa que un día jugué con un hada.
Gracias preciosa niña, gracias por tu abrazo y tus risas