Un día de Reyes diferente…
Artículo compartido en la antigua Revista IMO
Redacción: Desam. Ferrández. Castellón, 18 de enero de 2017
El día de Reyes, por la noche, fui con mi pareja a repartir sándwiches a esas personitas que viven con el cielo como techo. Son libres pues pueden hacer lo que quieran, como todos, a pesar del frío intenso que congela el ambiente. Quiero hacer una aclaración, que yo los vea libres no es más que una percepción y opinión mía. Quiero dar las gracias a todas ellas, hermanos nuestros viviendo, supongo, una etapa crítica. Gracias por no huir de nosotros, gracias por las miradas claras que nos regalaron, por la aceptación hacia nosotros y sobre todo por las sonrisas que iluminan sus rostros.
También quiero pedir perdón a todas ellas por la intromisión en sus vidas, por la invasión de su espacio, aunque he de decir que sus rostros no reflejaron índice alguno de sentirse incómodos, sin embargo yo sí sentía que invadía su intimidad; una intimidad discretamente tapada por unos cartones que hacían de su hogar.
Fue la primera vez que repartía comida en la calle de esta forma y estoy segura de que no será la última. Repetiré aunque esa noche me sentí muy fuera de lugar, tenía miedo de interferir en su descanso, por ello les daba el sándwich y me iba rápido. Jose, mi pareja, me decía que a lo mejor deseaban hablar, pero yo tenía un fuerte sentimiento de intromisión y no quería perturbar la paz de la que, aparentemente, disfrutaban.
Madrid estaba de fiesta, música, luces, risas y mucha gente engalanaban las calles, por eso al principio nos costó encontrar personitas indigentes en sus lugares de descanso. Cuando las encontramos sus respuestas fueron muy variopintas. Todos aceptaron muy bien el sándwich, aunque quizás lo más oportuno para el frío nocturno hubiera sido una taza de caldo, sin embargo no disponíamos de ello, también pensamos que hubiera estado bien llevar un café con leche y una magdalena junto con un poco de cháchara. Quizás la próxima vez, después de haber roto el hielo de esta primera ocasión, sea capaz de tirar del hilo para una conversación. Posiblemente lo haga de otra manera, seguramente Jose tenga razón y, como muchos de nosotros, necesiten más una oreja que les escuche que un sándwich que les alimente, ya que comida se encuentra fácil sin embargo una conversación, tal y como viven, les es más difícil de conseguir, aunque lo cierto es también tienen amigos y se cuidan entre ellos. Una mujer nos pidió varios sándwiches para otras personitas que vivían próximos a donde ella dormía y que sabía iban a regresar a lo largo de la fría noche, entonces le dimos para estos compis de circunstancias.
Tras hacer esto, esa noche, muchas dudas invaden mi mente… esa mente lógica. ¿Sí yo les doy limosna los hago más pobres? Un mandatario indio decía: “no le deis limosna a los pobres ya que así los hacéis más pobres, ellos al estar sentados o tumbados están por debajo de mi altura ¿Eso indica que yo estoy por encima de ellos?” yo no lo siento así y mi intención desde luego no es esa. Ojalá con esa varita mágica que menciona Jose pudiéramos darles un techo, comida, educación y amor a todos los de planeta, pero seguramente eso no sería lo correcto porque cada uno de nosotros nos hemos de buscar las habichuelas, sin embargo si en un “necesito ayuda” se la doy, no creo que sea malo aceptarla. Así es como lo veo, en este momento yo les ofrezco ayuda, evidentemente un pequeño sándwich no les va a librar de sus tareas de elección o de aprendizaje, un bocata no tiene más valía que el calmar el gusanillo del hambre.
También me atrevo a preguntar por mi ego, ¿Qué pasa si lo hago para sentirme mejor persona? quizás así me ego mental se hincha y alardea. Yo diría que no, sin embargo seguro que no soy muy ecuánime conmigo misma y quizás alguien desde afuera debería dar la respuesta… Lo voy a dejar ahí porque esto ya es pasado, esto ya ha sucedido. A la próxima será diferente ya que siempre es diferente, porque seguramente me sale de otra manera y será difícil encontrarme con las mismas almas. A lo mejor para la próxima vez antes de salir medito y pido a mi ser interno que se comporte con cada cual como crea más conveniente y en beneficio de todos, sin la presión de ser esa “primera vez”. A mí me gusta mucho escuchar, puedo tirarme horas escuchando, aunque también me gustan mucho los diálogos, quizás esto se me da mejor, jajaja.
El caso es que a pesar del frío ahí estaban esos “sin techo” esa noche del día de Reyes en la que me di cuenta de los contrastes, de las diferencias entre personas.
Se me saltaron las lágrimas en más de una ocasión, observé como en una plaza la gente cenaba opíparamente, en otra tomaban cócteles de diseño, por las calles paseaban familias con montones de bolsas con regalos, junto a ellas prostitutas ofreciendo “la mercancía”; hasta en ellas se apreciaba una enorme diferencia, unas eran más tímidas y otras más descaradas y entre todo esto indigentes debajo de cartones o mantas con miradas perdidas, dispuestos a descansar esperando el nuevo día.
Yo ya sé que cada uno elegimos lo que queremos en cada momento, quizás la elección fue hecha tiempo atrás y ahora nos vemos empujados a vivir esa situación que es, seguro, para aprender lecciones, sin embargo no deja de rechinarme.
La teoría me la sé, pero aquí en la calle dónde veo toda esa mezcolanza de situaciones tan dispares las preguntas son muchas… ¿De verdad han elegido esto? ¿De verdad hay que llegar hasta los límites para aprender algo? Para vivir una situación la cual ya no podemos soportar porque estamos metidos hasta las trancas y desde ahí o sí o sí evolucionar. ¿De verdad es así, evolucionar o morir?
Cuántos casos y cuántos amigos han llegado hasta esos límites y han salido de ello resurgiendo como el ave Fénix, para, a continuación, vivir una vida totalmente diferente y más de acuerdo con su “ser superior”, más de acuerdo con lo que han aprendido, que “somos amor” y que “todos somos uno y lo mismo”, que entre todos somos “la unidad”, “la fuerza del amor que lo puede todo y puede llegar hasta donde quiera”. Aún así y a pesar de saber todo esto, evocando la escena de la noche del día de Reyes y recordando todos estos sentimientos entremezclados, se me amontonan todas las preguntas del universo.
Creo en mí y en ellos, creo que pueden salir de ahí, la otra pregunta es ¿De verdad quieren? quizá sea yo la que lo veo peor, a lo mejor ellos, excepto por las inclemencias del tiempo, sea como quieran vivir, libres por el mundo, sin ataduras de hipotecas, pisos, bancos y un largo etc…
Sea como sea queridos hermanos, un Abrazo de Luz y que ésta nos de la fuerza para vivir como queramos en cada momento.
Gracias
Gracias
Gracias
Desam. Ferrández