Una historieta de parque por Tasio
Conocimos a Tasio en la iglesia de San Antón de Madrid, participó en un taller de creación de cuentos que allí dimos entre diciembre y marzo de la era de la “antigua normalidad”, cuando todo era “normal de verdad”, justo antes de que jugar con las palabras no resultara ni tan peligroso ni tan indecente.
Desde el primer día Tasio nos pareció una persona con una mente brillante precisamente por su capacidad de inventar palabras y narrar historias.
Dentro de poco presentaremos un libro con los cuentos que han salido de la calle, como Tasio, sí, duerme en la soledad de la calle por muy concurrida que estén las aceras, por mucho frío o calor que haga y a pesar de la lluvia. Ah, y siempre nos regala una sincera sonrisa.
Hace unos días pude conversar con él y nos regaló este maravilloso cuento.
Una historieta de parque por Tasio
Una joven violinista con su hija recién nacida se fue al parque de paseo. Claro, con su inseparable violín, ya parte, aunque separable, de su cuerpo.
Se sentó con su bebé en el banco. La bebé quiso mamar y la feliz mamá no podía negárselo. Pero a su además de leche, le gustaba también mamar música, también salida de su mamá.
Se puso la mamá a tocar a Wagner y su hija se puso expectante. Desde el banco vecino se oyeron suspiros de desgarro con lágrimas. ¿Qué fue? ¿Quién fue?
Un abuelo de más de cien años quien antes de haber llegado la violinista con su bebé estaba ahí sentado con su petaca de ron y su puro grueso, elegante y sereno, algo excepcional para su edad.
-¿Qué le pasa, señor? Preguntó la violinista.
-Perdone, no tiene la culpa. Toca usted de maravilla pero es que esta música me recuerda algo horrible. Hace más de 70 años fui prisionero en Auschwitz y los nazis me torturaban de todas sus maneras, metiéndome la cabeza en el agua, con electrohocks, golpes… siempre acompañadas las torturas, con música de Wagner.
-Perdone, no lo voy a tocar ahora. Y no sé cómo lo voy a poder tocar de ahora en adelante.
-No, camarada. Tu hija disfruta un montón con Wagner y privarla de ese placer es otro tipo de fascismo. Y, además, en adelante, lo que me queda de vida, en cuanto oiga a Wagner, siempre viendo las torturas que son imborrables, aparecerá tu hijita con su sonrisa. Por ella vale la pena sufrir… ¿Me la puedes dejar un momentito? Y por favor, sigue tocando Wagner.
La violinista dejó a su bebé en brazos del anciano. La pequeña le sonrió y empezó a buscarle… la teta. El veterano combatiente la miraba con ternura y decía: Tu madre y tú sois mi esperanza. Ya no temo a la nueva aparición del fascismo con personas como vosotras los aplastaremos de nuevo. Son muy de hierro por fuera y muy podridos por dentro, nosotros, al revés.
La violinista seguía tocando a Wagner… ahora la música estaba acompañada de sus lágrimas.
Hola,
¡Excelente historia! Me gustó mucho. En cuanto tengan el libro listo para envío me avisan. Saludos desde México.