Una mañana de invierno
Una mañana de los últimos días de invierno, de esos en los que la primavera asoma con ganas. Una amiga y yo estamos hablando en nuestra oficina: el parque, con aire fresco, árboles, sonidos variopintos y luz natural.
Hablamos sobre los temas que tenemos en agenda, un poco sobre la familia, las niñas, el trabajo, nuestro Yo, la esencia, el ego… Debí de estar una hablando una hora sobre mis andanzas y todo lo que hago, mientras ella escuchaba y me hacía preguntas. Al terminar, me dice que estoy en un nivel que ella no cree pueda jamás alcanzar. Tras unas risas, le digo que ella vale mucho más de lo que cree, que ni yo estoy tan alto ni ella tan bajo y que el camino tiene muchas cuestas y en una de esas me alcanza y me supera. “Que no, que no podré llegar nunca”. De pronto nos quedamos en silencio y viene caminando una pequeña paloma hacia nosotros. Viene moviendo la cabeza de arriba abajo como diciendo que sí. La digo que esa es una señal, el universo utiliza a la paloma (son mensajeras) para confirmar mis palabras sobre ella. Va directa hacía ella, no me elije a mí. Directa, se pone de frente a mi amiga, hace una última reverencia y se va. Desaparece.
Mi amiga y yo nos miramos y sonreímos con ese brillo en los ojos que aporta el saber que el universo está siempre de nuestro lado.
Gracias, universo, por tantas lecciones.
Qué bonito Jose! Esa complicidad del Universo y los guiños que nos hace. Siempre al tanto de nosotros…