Viendo el aura de los árboles con Hani
Cuento escrito por Desam. Ferrández
¡Bien! ¡Por fin es sábado!
Hoy he quedado con Hani y me apetece un montón salir a caminar y “desemboirarme”, despejarme. Después de toda una semana encerrada en la ciudad tengo ganas de bosquecito, de pasear, de ver las flores y descansar.
Es la primera vez que quedo con Hani a una hora concreta y lo curioso es que no la puedo llamar por teléfono porque no tiene, ja ja es como una quedada aunque diferente, ya que con los amigos cuando llegas al punto de encuentro, mandas un WhatsApp para avisar de que ya has llegado.
Me pongo ropa cómoda, cojo la mochila y me dispongo a salir, no sé hoy a qué rinconcito me llevará, aunque tengo como mariposillas en la panza y ganas de descubrir un nuevo día junto a Hani, la verdad es que es una amiga peculiar, diría que ni siquiera es una amiga, ya que ¿Se puede tener una hada como amiga? No puede acompañarme a la capital, ¿Los humanos en la capital la verían? Eso se lo tengo que preguntar ja ja, ¿En realidad la pueden ver todos? Y si no es así, ¿Por qué me lo ha permitido a mi?, bueno dejo tranquila a mi mente y me pongo en camino.
Cruzo la ciudad deprisa, ya que tengo ganas de llegar al monte. Cada vez me encanta más estar en plena naturaleza, en contacto con el verde y hoy tengo una cosa importante que contarle a Hani he leído un libro que dice cosas que le van a maravillar.
Después de un rato de caminata llego a la zona donde hemos quedado, ¡Qué curioso! Hani no está, voy a llamarla, empiezo con la mente a mandarle mensajes “Hani, ya estoy en el punto de encuentro. Hani, ya he llegado”… le grito, aunque telepáticamente.
Enseguida se presenta Hani.
H: Buenos días, Desam.
D: Buenos días, preciosa amiguita. Tengo algo que contarte, le digo muy jovial, seguro que te encanta, he leído un libro en el que dice que en Japón está de moda hacer baños de bosque, dice que si paseas por debajo de los árboles en un bosquecito se armoniza nuestro cuerpo y además mejora el equilibrio, hasta de las hormonas de las personas, las relaja y es beneficioso para la salud. Lo están usando como terapia, teniendo muy buenos resultados.
H: Vaya estos japoneses son muy inteligentes… por eso yo estoy tan sana jajaja.
D: Seguramente, jaja, ¿Dónde me llevas hoy?
H: Pues te llevo a un lugar para meditar.
D: ¿Vamos a meditar en el bosque? Aplaudo de emoción.
H: Algo parecido. El otro día cuando te despediste, me dijiste que querías meditar y yo me quedé pensando a qué lugar te podía llevar para qué meditaras sin ninguna distracción.
D: ¿De qué tipo de distracción estás hablando?
H: Pues de silencio y quietud, además, sin que te esté enseñando nada.
D: Bueno, bueno, ¡Sorpréndeme!
H: Vamos, me dice la pequeña, quieres caminar o volamos.
D: Volemos, por favor, ya sabes que me rechifla.
Me cojo a Hani, ella empieza a batir sus alitas y me lleva consigo llegamos hasta un montículo donde aterrizamos.
H: Falta un trocito pero prefiero que caminemos este tramo.
Llegamos casi al borde de una pequeña montaña y de repente el bosque desaparece, para comenzar un gran acantilado, desde donde se ve la falda de la montaña de enfrente y su pequeña loma, a la derecha despunta la cima de otra montaña, vaya, que estamos rodeados de monte pero entre donde estamos y la otra montaña hay un enorme espacio.
Hani me mira el rostro.
H: ¿Qué te parece?.
D: ¡Gualaaaa! Esto es brutal. Observo todos estos árboles e imagino que está lleno de seres como tú, por ahí volando y haciendo su vida particular.
H: Así es preciosa, está lleno de vida. ¿Meditamos? Aunque primero me tendrás que enseñar como meditas tú.
D: Claro. Pues mira voy a elegir un sitio para sentarme y cruzo las piernas así.
H: Interesante postura para meditar. ¿Me puedes explicar porque esa posición?
D: Pues dicen que si mantenemos la columna recta junto a una postura de flor de loto o media flor de loto y se conecta mejor.
H: ¿Qué continúa luego de ponerte en esa postura tan rara?
D: Cierras los ojos, agradeces, haces unas respiraciones y empiezas a relajar tú activa mente.
H: ¿Más o menos así?
D: Lo haces muy bien, linda. Lo único que yo aquí, en este paraje tan hermoso, con las montañas que nos rodean y tanto árbol frondoso, no cerraría los ojos porque es tan, tan hermoso que no quiero perderme ni un instante, aunque en mi casa cuando medito sí que cierro los ojos.
Hani me imita y cierra los ojos, se ha puesto en la postura de media Flor de loto, está muy graciosa, me río, no puedo parar de reír… hasta que río a carcajadas…
H: Desam, que me vas a desconcentrar, así no puedo parar la mente, si no paras de reírte, me estas contagiando la risa ja ja…
D: Perdona pero es que estás muy graciosa.
H: Jooo, pues es verdad a mí tampoco me gusta estar con los ojos cerrados.
D: Ya… imagina que estuvieras en tu cuevita, allí seguramente cerrarías los ojitos, pero aquí es una pena.
H: Vale. ¿Des, tú ves las chispitas que hay en el cielo?
D: ¿Chispitas, a qué te refieres?
H: ¿Tú no ves puntitos de luz que se mueven y no paran de agitarse?
D: No, ¿Qué has desayunado, Hani? Jaja
H: Un sorbito de rocío ja ja. Desam, haz lo mismo que yo, mira hacia el cielo y quédate sin mirar a nada, aguanta la mirada en el mismo sitio.
D: Es verdad veo chispitas que no para de moverse, ¿Qué es eso?
H: Es la energía.
D: ¿Cómo? ¿Energía?
H: Claro, todos somos energía o todos estamos hechos de eso más o menos, solo que parece ser que tu no lo ves, si miras al cielo es más fácil de que lo veas.
D: ¿Tú ves en mí esas motitas brillantes?
H: Veo motitas, aunque las tuyas están más estáticas que éstas.
Sigo mirando al cielo y viendo como las pequeñas chispitas se mueven, vibran, saltan sobre un fondo azul celeste hermoso y despejado.
D: ¡Cómo molan! ¿En la ciudad también se verán?
H: No sé, puedes hacer la prueba cuando llegues, aquí en el cielo son muy visibles, en la arboleda es más difícil, allí lo que se ve es el brillo que tienen los árboles alrededor.
D: ¿A qué brillo te refieres? ¿Al que hay en las hojas después de llover? ¿O el aura de los árboles?
H: ¿Qué es el Aura? Tenéis un idioma un poco raro los humanos.
D: Pues verás, es una capa transparente pegada a nuestra piel, que mide como un dedito, dicen que hay más capas y abarcan más espacio, sin embargo la que se ve mucho es la primera capa, le explico a Hani.
H: ¿Tú me ves mi aura?
D: No, yo no veo el aura. ¿Y tú? Seguro que si ves el aura de los árboles, veras la mía.
H: Sí, o algo similar, porque no sé si es el aura lo que veo.
La pequeña se sitúa a mi lado, con carita amable
H: Te voy a enseñar lo que yo veo en los árboles, dirige tu mirada a los pinos de enfrente y quédate mirándolos, sin intentar ver, como cuando buscabas a los duendecillos, pues un poco igual, primero mira a estos pinos, el fondo que tienes es la pinada, o sea, verde.
Hago caso de lo que dice la pequeña e intento ver el brillo o similar, después de varios intentos parpadeando y descansando empiezo a ver algo…
D: Hani parece que veo una pizca de… ¡Brillo! Mientras doy un salto de alegría.
H: Muy bien, Desam, descríbemelo.
Vuelvo a descansar la vista, para después de unos segundos volver a mirar hacia los árboles
D: Ahora ¡Sí! Sí que veo como un reborde de dos dedos de ancho alrededor de los extremos del pino, es entre un gris azulado o un color que no podría definir muy bien…
H: Genial, Desam. Pues ahora haz lo mismo con los pinos aquellos que están a tu derecha, de fondo el cielo, mira a ver cómo lo ves.
Vuelvo a mirar de la misma manera que he visto el aura en los anteriores pinos, insisto hasta que por fin también lo veo.
D: Gualaaaa ¡Hani! Aquí tiene diferentes colores, contesto emocionada, es como si tuvieran un pequeño arco iris. En la parte que de fondo está el cielo, se ve claramente.
H: Tiene diferente color porque lo ves con diferente fondo.
D: Pues eso será, ja ja, espera, espera que lo vuelvo a repetir.
Me pongo a jugar mirando de una pinada, hacia la otra, viendo la diversidad de la tonalidad de una y de la otra, es diferente totalmente porque como bien dice mi amiga tienen diferente fondo, como ya sé lo que busco me es más fácil verlo, cambio la dirección del punto de visión, la enfoco hacia otro lado hasta que otra vez vuelvo a ver el aura.
Hani me mira con cara de felicidad, la miro de reojo
D: ¿qué te estás riendo?
H: De ver tu cara… estás feliz solo porque has visto el aura o como se llame, de los árboles ¿Intentas ver mi aura?
D: Ja ja ja, esto ya me lo pones muy difícil, no creo que pueda.
H: Pruébalo.
Haciendo caso al desafío de la pequeña me pongo a mirar a Hani, hasta que veo cómo en su cabecita se aprecia como una pequeña coronita o una diadema, que es como si saliera de su cabeza, en el resto del cuerpo no puedo ver nada.
H: A lo mejor si practicas más veces también me puedes ver el aura de todo el cuerpo.
D: Bueno lo intentare.
H: Mira ahora a ver si aprecias el aura de aquella vereda.
Me pongo a ello aunque soy incapaz
D: Joooo no veo nada Hani, será porque está muy lejos
H: Podría ser.
D: Tengo hambre.
H: Buscamos un lugarcito para comer.
D: Sí por favor, que sea en un valle bonito y así luego podremos echar una siesta.
H: Hecho.
Comimos, dormimos, jugamos y después otra vez a la ciudad, cada vez me da más pereza volver al mismo lugar, cada vez me encuentro más a gusto aquí, con esta graciosa pequeñaja y en este entorno; empiezo a comprender un poco a los ermitaños que viven en una cueva, rodeados de naturaleza, sin ruidos, sin distracciones exteriores, disfrutando siempre que quieren del bosquecito y sus habitantes.
Quizá algún día, pueda encontrar una casita en medio del bosque y vivir allí en silencio y en contacto con el hermano árbol y todos los seres que lo rodean.
Gracias, otra vez gracias bosque, gracias Hani, gracias vida.