Voluntariado en hospitales
Desam. Ferrández. Madrid, 8 de marzo de 2024
El voluntariado en el hospital no solo se trata de escuchar, aunque así parezca a priori.
El voluntariado en el hospital es algo más, es emoción en estado puro cuando se me ponen los pelos como escarpias al escuchar una situación o enfermedad contada y vivida en primera persona, la de la persona/paciente a la que escucho que, sin queja y con paciencia, relata algunos episodios de su enfermedad.
Hay vidas muy duras que pareciera que el universo se ensaña con esa persona que tiene episodios repetidos de dolor en una enfermedad incurable y aún con esta perspectiva de vida, su mente piensa en salir de esa crisis y seguir con su vida, en este preciso caso, de ayuda y amor hacia los demás.
Hoy es de esos días que el cansancio me hubiera hecho coger otro destino, el de mi sofá, pero como el universo sabe más que yo, me empuja a las urgencias del hospital de la Concepción de la Fundación Jiménez Díaz, donde ejerzo voluntariado gracias a la Fundación Nadiesolo.
Estoy atenta a todos mis sentidos, recogiendo tus sentimientos mostrados a través de una locuacidad sin dolor y libre de rabia que hace que se forme una piscina en mis ojos. Intento quitar hierro a lo que escucho con mi sonrisa, con una broma, con una mirada…
El voluntariado en el hospital es emoción en estado puro cuando me cuentas que el dolor te despertó a las tres de la madrugada y te dijiste «no pasa nada, esto ya te lo conoces», te levantas, te haces un café y miras las estrellas, y continúas explicándome qué gracias a eso, a tu dolor, has podido ver las estrellas esta noche, ¡gracias a tu enfermedad!.
¡WOW!
Y sigues narrándome parte de tu existencia. Me cuentas que perdiste a tu bebé, que ser madre era lo que más querías en esta vida. Otra vez la vida tiene otros planes para ti y pariste a un bebé muerto, pero que gracias a ello lo has sentido vivo dentro de tu panza. Has estado 18 horas de parto y por eso has sabido lo que era ser madre, con dolor y con lágrimas sabías que tu bebé estaba ahí, en tu vientre. Insistes en que gracias a vivir un doloroso parto de 18 horas, sabiendo que el bebé estaba muerto, has podido experimentar en tus carnes lo que es ser madre, después de meses de sentir un corazón en tu vientre latiendo al compás del tuyo, con la ilusión de poder acunarlo entre tus brazos cuando saliese de tu amorosa panza. Y das gracias porque has podido sentir lo que es ser madre.
¡WOW!
De corazón, me quito el sombrero. Me hubiera quedado toda la tarde escuchándote cómo de una tragedia has sacado una vivencia bonita y dando gracias por ello. Todo ello acompañado de la amorosa mirada del marido que permite este nuestro diálogo sin interrumpir, con un respetuoso silencio.
Al final de la tarde salgo del voluntariado con el alma y el espíritu alimentado, sobre una nube de emociones y, hoy más que nunca, agradeciendo al universo y a aquello que nos mueve por mi salud y por ponerme frente a estas intensas experiencias.
Yo que soy una persona positiva y le busco la vuelta y la lección a cualquier situación que me pasa, hoy he recibido una clase magistral que me reafirma en mi forma de pensar, hay que buscar el lado bonito y positivo de cada cosa, porque lo tiene. Así me lo ha confirmado esta tímida y tierna, a la vez de fuerte y constante, mujer que ha tenido a bien desnudar su alma delante de mí para contarme sus más profundas intimidades… y eso que al entrar a tu box me dijiste que solo querías dormir y que pasara el tiempo rápido para poder regresar a tu morada.
Te honro profundamente bella alma.
Gracias por las grandes lecciones que has compartido conmigo en lo que para mí era una tarde cualquiera y que tú has hecho que fuera tan especial.
GRACIAS GRACIAS GRACIAS