Gracias amigo, Stephan
Desde hace tres semanas llevo una chapa que dice ¿Me das un abrazo?
He ido con ella a todas partes y nadie me ha pedido un abrazo, será porque no se han fijado en la chapa o porque no quieren dar un abrazo…
Ayer estaba esperando a mi hija en una calle de Madrid. Yo estaba metido en mis pensamientos, abstraído del mundo, hasta que veo a un hombre, de aspecto muy particular, acercarse hacia donde me encuentro. Sube despacito la calle, se para a hablar con cada grupo de personas que ve. Intuyo que está pidiendo dinero y nadie le presta atención.
Cuando llega a donde yo estoy me mira a los ojos. Mirada profunda. Puedo ver su ser interior guiñándome un ojo. Me río y le digo que de todo corazón no puedo darle nada, es cierto, no tenía ni para…bueno ¿Para qué os voy a contar mi vida ahora?…veo que lee detenidamente la chapa y le pregunto ¿Me das un abrazo? Me mira y me sonríe, ¡claro que sí!…Nos damos un abrazo. Le pregunto que si quiere la chapa, la acepta encantado y se va.
Al rato vuelve y me dice…¿Quién hace las chapas? Yo, le respondo. “pues pon ¿Me das un abrazo y una sonrisa?. No es mala idea…Quizás para la próxima.
¡Cuánto cuesta dar abrazos!, a ver si así es más fácil arrancar una sonrisa…como el ángel de la chistera plateada que venía pidiendo dinero y me regalo un nuevo despertar.
Gracias amigo, Stephan. No somos invisibles, gracias por hacerme salir de la cueva en la que me estaba metiendo…estaba teniendo miedo de la oscuridad…
Es genial, Jose!