Sesión violeta
Desam. Ferrández. 23 de octubre de 2024
Qué bonito creer que luego de la muerte no se acaba la existencia, creer que en el otro lado están nuestros seres queridos y que además les podemos pedir ayuda, apoyo y sostén.
Qué belleza poder ver y sentir a mi guía, aquí conmigo, dándome confianza.
En la sesión de hoy yo tenía en la cabeza mencionar el color naranja como mi favorito pero por mi boca salió el color violeta, y estuvo presente el divino violeta.
Se acercó mi guía y estaba envuelto en un velo traslúcido de un violeta muy suave, me abrazó y luego con una mano me cogió de la muñeca y la otra la puso en mi espalda, como dándome confianza, «va a estar bonito, todo va a estar bien», me dijo, y estuvo súper.
Quizás pueda parecer loca, que tengo mucha imaginación o lo invento, da igual, yo lo vivo en primera persona y para mi alma es lo único que cuenta.
Hoy he hablado con mi padre, qué hermoso encuentro, qué bello ser.
Ha venido y le he pedido un abrazo, nos hemos derretido en él, tanto que a mí se me han saltado las lágrimas, cuánta energía he sentido, me ardían las manos y la calidez del abrazo me rodeó completamente sintiéndola sobre mi piel.
Le he preguntado por qué no tenía recuerdos de cuando era pequeña, que si me había sucedido algún trauma, o algo fuerte que se hubiera vivido en nuestra casa y yo lo hubiera borrado para que no me hiciera daño… y me ha respondido con toda la calma.
-Quizás no sean tan relevante los recuerdos, éramos una familia normal, sin viajes exóticos, trabajadora, sin muchas expectativas más que vivir y estar con la familia, no recuerdo que sucediera nada tan grave que te pudiera shockear; Creo recordar que entrábamos y salíamos, íbamos al supermercado a comprar la comida, la cocinábamos y nos la comíamos, nada era tan relevante y a lo mejor por ello no tienes ese recuerdo porque no hubo nada que destacar. Creo más bien que si hubiera sucedido algún incidente importante se te hubiera quedado marcado y seguro lo recordarías, sino con la memoria misma, la hubieras recordado con las terapias con las que sanas y te ves de pequeña, o te ves volando, corriendo, sonriendo y feliz .
Le hago otra pregunta, cada vez que he contactado contigo, te he llamado, hemos hablado, nos hemos visto y te he agradecido la vida que hemos vivido juntos, ¿has estado conmigo?
-Sí, he estado contigo en todos esos momentos y en todos los que no me has pedido ayuda también he estado a tu lado, en las pruebas intensas que has vivido y que aún así nunca me pediste ayuda, a pesar de eso, estaba ahí por si acaso.
Qué bonito que me contestara «por si acaso, estaba ahí para poderte apoyar».
Sigo preguntándole, en verdad no era una pregunta, era contarle un hecho, no era una acusación pero quería que lo supiera, ¿sabes, papá, que me traumatizó la alfombra que me regalasteis para mi comunión, a pesar de lo bonita que era? Luego he tenido fobia a las alfombras, aunque ya está superado.
-No, no lo sabía, eras mi niña, ¿cómo iba a saber que una alfombra tan bonita, con ese rosa chicle fuerte de pelo suave que todavía recuerdo, iba a generarte algún trastorno?
Veo como me agarra siendo él mucho más joven y yo siendo una niña, y me sostiene en sus brazos, meciéndome y como diciendo… nunca hubiera imaginado que te hubiera traumatizado eso, porque en ese momento no hacían falta palabras, con la calidez de su abrazo, el amor que transmitía y su mirada llena de ternura me lo dijo todo.
Ahora en este encuentro las facciones no son nítidas, sin embargo la energía es intensa, tanto que se queda el recuerdo… ¿Dónde se queda ese recuerdo? En el cerebro, retina… no tengo ni idea, pero después de días sigo con esa tierna imagen en la que estoy en sus brazos.
Me tengo que ir papá ¿podemos repetir?
– Podemos repetir todas las veces que quieras y me puedes hacer todas las preguntas que quieras.
Muchas, muchas, muchas gracias.
Y con los ojitos inundados lo despido hasta otra ocasión en la que seguiremos contándonos cosas y compartiendo esos abrazos que también se me borraron del recuerdo y que no dudo nunca de que estuvieran ahí.