Aferrados
Jose María Escudero Ramos, Madrid, 13 de enero de 2025
Como me gusta jugar con las palabras y buscar nuevos sentidos a mí vida a través de este maravilloso e inocente juego.
Conozco bien mis voces, una es esa voz conocida como la de la conciencia, sobre todo la escucho mucho cuando voy a dormir, en ese momento en el que examino mi día. Personalmente a mí me gusta preguntarme qué he hecho bien, y felicitarme por ello, o qué he hecho mal y analizar cómo puedo mejorar. Cuando al final del día no me quedan fuerzas para hacer este ejercicio tan íntimo y personal, permito que las diversas voces de mis musas me cuenten un cuento para que pueda dormir plácidamente.
Una mañana, no recuerdo si fue en meditación estática o en ese estado de meditación activa en la que entro cuando corro, me encontraba en ese proceso de silencio interior cuando, de pronto, una voz quiere llamar mi atención. Escucho algo que susurra mi alma:. Aferrado bien podría ser A Fe Errado. La musa traviesa ha dejado una semilla, a partir de ese momento dejo macerar la idea en mi cabeza. Semanas después encuentro el momento para buscar en el diccionario las diferentes acepciones de la palabra aferrar.
Según la RAE aferrar tiene, entre otras, las siguientes acepciones:
-Agarrar o asir fuertemente.
-Asegurar la embarcación en el puerto echando los ferros o anclas. Dicho del ancla: Agarrar en el fondo.
-Insistir con tenacidad en algún dictamen u opinión, empeñarse en algo.
Agarrar o asir fuertemente. Es la más conocida, sin duda.
Me recuerda la historia de la madre que monta en un barco con su hijo pequeño. Madre dice al hijo: En caso de naufragio agarra fuerte mi mano. El hijo responde, no madre, agarra tú la mía porque sé que tú nunca me vas a soltar y yo, por cansancio o debilidad, podría acabar soltándote. El hijo confía en el amor de madre, sabe que una madre se aferra, a hierro, a lo que más quiere y no le va a dejar nunca sólo en la vida, pase lo que pase. A Ferro, a hierro.
La segunda que quiero resaltar es Asegurar la embarcación en el puerto echando anclas, agarrar en el fondo.
¿Dónde está más seguro el viejo lobo de mar en alta mar o en el puerto? Existe la paradoja del ser aventurero. Está más protegido en puerto pero el cuerpo pide aventura. Así que de echar anclas nada. Cuando queremos sentirnos seguros echamos el ancla de nuestras creencias y de ahí no nos movemos, pero en la aventura está el crecimiento personal, las vivencias e incluso estar al borde de la muerte, al límite, nos aporta nuevas perspectivas a nuestras vidas. La panorámica que da el pasar la línea del horizonte de la comodidad atrae al aventurero, pero para eso hemos de soltar anclas que nos limitan la visión y el desarrollo de todas nuestras capacidades.
Si anclamos nuestra vida a este momento, vamos a repetir las experiencias en el mismo muelle y lo cierto es que hay más mapas del tesoro que puertos, solo hay que saber encontrarlos soltando amarras, levantando el ancla del confort.
La tercera acepción a la que quiero hacer mención es: Insistir con tenacidad en algún dictamen u opinión, empeñarse en algo.
Aferrarse a una idea.
Nos aferramos a nuestras creencias sin ningún tipo de espíritu crítico. Aceptamos todo lo mal que lo pueden estar haciendo políticos, organismos o corporaciones, puede que sea porque soy de “aquí pon una idea política” porque mis ancestros lo fueron. Pero no abrimos la mente, no levantamos el ancla de nuestro kayak de las creencias. No actualizamos conocimientos, mapas, ni circunstancias.
Nos hemos acomodado en el puerto de la amargura y preferimos las migajas que tiran al muelle antes que salir del puerto de la debilidad. Permitirnos que nos hagan débiles a fuerza de dividirnos lo que hace que el beneficio de la pesca se la lleven siempre los mismos, los que dividen.
Ya va siendo hora de soltar las pancartas, de quemarlas, y empezar a pensar por nosotros mismos porque puede que estemos aferrados a unos pensamientos que nos anclan en unos ideales obsoletos y catastróficos para nuestra evolución personal, como sociedad y como humanidad.
Estamos «A fe errados», equivocados a hierro, a creencias limitantes, debilitantes. Es hora de cambiar de paradigma, a hierro, y navegar por los océanos que unen continentes tan maravillosos como misteriosos.
Si hemos de empeñarnos en algo, que sea en la idea de la liberación de nuestros ideales. Rompamos los grilletes que nos limitan al poste de la esclavitud mental. Salgamos de las galeras que nos limitan la visión y nos empequeñecen. Reconozcamos que hemos podido estar equivocados desde tiempos inmemoriales. Revisemos la historia que nos están contando, la del pasado y la del presente, para crear un gran futuro.
Liberemos nuestras ideas saliéndonos de los márgenes impuestos por unos gobiernos que nos enferman, capaces de vender unas medicinas a la par que publican un libro* por el que se aconseja no tomar esas mismas medicinas que dan más beneficios a las industrias que los sostiene que a los pacientes que las toman.
Siempre he tenido un mar de dudas pero hoy estoy seguro de que llegaré a buen puerto. Naveguemos por los mares de la incertidumbre en busca del mapa del tesoro, empecemos la verdadera aventura de vivir guiados por la luz de las estrellas y nuestras voces interiores, para que podamos dormir tranquilos tras el rutinario examen de conciencia.
Feliz viaje interior.
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