Día de Nochebuena 2024
Es la primera Nochebuena que en lugar de repartir cenas me he pateado las calles de Madrid a lo largo del día, buscando a personas que viven en la calle. Por suerte me ha costado encontrar a quien dar los sacos de dormir que Gema y amigos nos donaron el pasado jueves.
He parado en la puerta de un Mercadona de la zona norte de Madrid, allí estaba Judith, una joven y muy guapa mujer que vive en una tienda de campaña junto a su pareja y su perro. Su pareja perdió a mujer e hija en el periodo del COVID. Si quieres saber cómo puede acabar alguien en la calle, pues solo has de agacharte y escuchar. Mientras hablamos, Judith no para de saludar y sonreír a todo aquel que pasa por su lado. Le ofrezco un saco de dormir pero no quiere. Pregunto si necesita algo pero tiene lo necesario. Los vecinos la tienen bien cuidada, la estiman. Hablo con ella y me cuenta cosas. No es fácil la convivencia y menos cuando estás en la calle. En los albergues no aceptan perros, así que no le queda otra que vivir así, en su tienda de campaña. Judith no quiere nada pero al despedirme me dice que agradece mucho que me pare a hablar con ella, eso ya es suficiente pues casi nadie para. He quedado con ella en ir a ver un museo y a comer en enero, un planazo. Ya tenemos nuevo proyecto en marcha.
Sigo caminando, me encuentro a otro joven con el que charlo y le doy otro saco. No recuerdo su nombre bíblico, lo tenía que haber apuntado. Es de Vallecas pero vive cerca de Manuel Becerra. Tiene una sonrisa amable. Está en la puerta de un DIA.
Me voy a otra zona y busco. Cuesta encontrar a esas horas un 24 de diciembre. Durante el día los Sin Techo se buscan la vida lo que dificulta localizarles.
Voy hacia el sur de Madrid, a ver si tengo más fortuna.
Estoy en la estación de Atocha.
Nada más entrar veo un bulto bajo unas mantas. He despertado de su letargo a una mujer que al final no quiso un saco. Uno se plantea si debe de molestar o no…
Sigo caminando hacia llegadas del AVE. De camino veo a un hombre buscando monedas en todas las maquinas expendedoras, corro tras él, le pregunto si quiere un saco y huye maldiciendo entre dientes… Si es que aún le quedan.
Me siento en la zona de llegadas. Observo. Desde donde estoy sentado veo dormido a un hombre desaliñado y me pregunto quién soy yo para perturbar su paz. ¿Será un viajero fantasma? Esas personas que deambulan por las estaciones sin tener un punto de destino.
Y yo aquí, sentado, observando y poniendo etiquetas… Este sí, este no… ¿Y este? A ese no… ¿Por qué? No hay Juicio, hay intuición… pero, ¿Y si falla la intuición?
¿Por qué hago esto? Me pregunto. Solo es por la necesidad de no sentirme solo.
Pienso, hablo solo. No, hablo con uno de mis personajes.
Quizás sea ese mi destino.
Me acerco, evita mi mirada. Le pregunto si quiere un saco, se mueve como para levantarse. Le pido que no se mueva, que ya me voy yo.
En la salida de Cercanías veo movimiento, embutido, fantas, vasos de plástico y cinco personas sonriendo. Me acerco y están dos voluntarios de Solidarios para el desarrollo celebrando la navidad con dos personas sin hogar y un sin techo. Hablamos, reímos. Les doy tickets de ducha y marcho hacia Jacinto Benavente.
Camino y camino, en la calle Atocha, casi llegando a Benavente, me encuentro con Fernando, él no quiere saco pero me pide uno para su compi de cartones, se llama Javier.
Tiene su «casa de cartón» rodeada de bolsas del DIA y de La Rollerie. Es lo que tiene estar situado en un punto estratégico. Tienen tanta comida que acaban compartiendo con el grupo de gente que vive en la plaza de Jacinto Benavente. Estos son un poco alborotadores, les conocemos de otras veces.
Llego a la plaza Mayor. Doy una vuelta buscando aunque sé de sobra donde se sitúan para pasar la noche. Quiero hacer tiempo porque es muy pronto y los Sin Techo se suelen recoger sobre las 7:30 u 8 de la noche.
Rodeo la plaza, sigue siendo pronto y no veo a mucha gente. Me espero.
Llega Alí, un hombre desconfiado que no entendía que le regalaba un saco, pensaba que se lo quería vender. Al final le he dado uno y nos hemos despedido de un abrazo.
Vienen tres personas más. Dos quieren saco, uno no. Me queda uno. Uno de ellos me dice que se lo de a un chico y una chica que están al otro lado del arco.
Me acerco, él se llama Ibrahim, es de Guinea, ella es Rosario, es de Madrid. No son pareja, nada más están esperando sentados en el mismo sitio a que llegue un grupo que reparte alimentos. Comenzamos una animada charla. Me pongo de rodillas en el suelo para escuchar a la misma altura. Llega una familia que me confunde con uno de ellos y me ofrece comida. Me hace gracia porque perfectamente podría ser uno de ellos. Me aparto para que no interrumpir sus repartos y aprovecho para conocerles un poco más. Son familias de un colegio, no recuerdo el nombre, que han quedado en salir hoy. Les cuento que llevo más de 8 años repartiendo cenas y les explico que hoy hay muchos grupos y familias repartiendo y les doy unos consejos. Me preguntan dónde pueden ir… En fin, comparto la información que tengo y sigo hablando con Ibrahim y Rosario. Ibrahim me cuenta una experiencia que tuvo hace unos años, una visión muy especial. Rosario me pregunta si creo en los ángeles. La conversación es muy entrañable y espiritual. Ibrahim me confiesa que esto solo se lo ha contado a otra persona y a mí. Soy el segundo en conocer su historia. Me encanta. Me habla de Dios, de los profetas, de los ángeles… me quiero quedar para mí su secreto.
Llega la hora de despedirme. Les pido un abrazo, pido a Rosario que no se ponga de pie, nos damos un abrazo y me da dos besos. Ibrahim se pone de pie y nos fundimos en un abrazo tan especial que todavía me dura su recuerdo en mi alma.
Me doy la vuelta y veo a unos jovencitos con bolsas repartiendo más comida. Sonrío. Todavía queda la asociación de las 8 pm.
Me voy satisfecho. Al final se trata simplemente de caminar. Buscar, patear la calle, hallar, hablar y entregar. Y si hace falta caminar cinco horas para encontrar cinco personas y entregar cinco sacos, bienvenido sea, porque después de esas escuchas amorosas y esas conversaciones, sientes como un ángel te abraza con sus brazos y con sus alas.
Este es el estilo que nos gusta y el que da sentido a Susurros de luz, a Desam y a mí… el que ha sido en nuestros comienzos.
Gracias por hacerlo posible y feliz Nochebuena y Navidad.
Jose María Escudero, 24 de diciembre de 2024