Frío presagio

Frío presagio

Relato compartido por Desam. Ferrández

Hoy, no sé por qué, no estoy feliz. Estoy como el tiempo triste y frío, pareciera que presagio algo. No obstante me acicalo porque me han invitado a una comida. Ha venido una familia nueva al barrio y nos han invitado a varios vecinos a comer en su casa.

La casa por fuera está con el mismo estilo colonial de la construcción original de sus antiguos dueños; por dentro los muebles y la decoración son nuevos, para mi gusto demasiado recargados. 

Me abre la puerta una señora que no conozco, quizás la han contratado como ayudante para la comida de hoy o para atender la casa todos los días. No estoy segura de querer saber realmente quién es la mujer del moño bien estirado y alto que me guía hasta el comedor donde están los otros invitados.

Hace mucho frío, parece que tuvieran que venir los esquimales a comer con nosotros. Observo a los vecinos y todos están con el abrigo puesto, como yo. De nuestras bocas sale vaho con el aliento de cada respiración y todos nuestros rostros están serios y expectantes.

La mesa, alrededor de la cual estamos los comensales, está muy bonita presentada, cuidada en los detalles; sus copas talladas y sus platos decorados con flores invitan a disfrutar; los dorados cubiertos puestos en la posición adecuada para ser agarrados a la hora de engullir el menú que nos tienen preparado; todo esto adornado con centros de pálidas margaritas. 

Empiezan sirviendo agua colorida en unos vasos translúcidos. El primer plato es una especie de caldo verdoso caliente. No sé si habrán echado algún tipo de alga o colorante intenso para sacar ese verde casi fosforito. Es un líquido que, desde luego, no invita a ser bebido. Nos dicen que le han puesto un colorante que le da un sabor exquisito. Observo cómo todos estamos atónitos por el color de dicho brebaje. Miro a mi alrededor para ver si algún comensal atrevido se lleva por curiosidad una cucharada de sopa a la boca para descifrar su sabor, y veo en sus caras aparecer un rictus emético como cuando algo te da mucho asco.

Creo que nos hemos metido en un pequeño conflicto y no sé cómo vamos a salir de esta. Mi descaro no creo que sirva para decirles «gracias, ya he tenido bastante, adiós» y salir del comedor.

La señora del topo alto, deja varias bandejas en la mesa y al salir cierra las puertas tras de sí. Me parece escuchar el rascar de los cerrojos y casi creo atisbar, detrás de los cristales, unos ojos rojos que están acechando a su comida, nosotros, asomando sus colmillos mientras hilos de baba asoman por las comisuras de sus labios.

Los anfitriones sonríen amablemente y nos invitan a seguir probando los manjares cocinados por ellos mismos, no creo que quieran alimentarnos con su calor de vecino nuevo sino más bien creo que quieren comernos, o sea, que nosotros vamos a ser su alimento.

Ahora veo perfectamente los ojos que están detrás de las puertas acristaladas, esperándonos. Ojos astutos, y no son de perro, son de quienes quieren alimentarse con nuestras carnes. Son ojos de personas. No quieren nuestros cuerpos, quieren nuestra sangre; la sacarán de a poco, lentamente, para que nuestros propios cuerpos la sigan fabricando y tengan alimento para mucho tiempo. De a poco, sin darnos cuenta, alimentamos esa masa ávida de sangre, dinero y poder.

Afuera de la casa el mar ruge y una neblina helada cubre las olas. Hasta el tiempo frío provoca un clima acechante.

Moraleja:

Estudiaré la forma de salirme de esta colectividad para dejar así de alimentar a la gran maquinaria gobernante que astutamente nos ha convertido, a lo largo del tiempo, en una sociedad ávida de sangre, dinero y poder. Se aceptan sugerencias.

Susurros de luz

Susurros de luz, la asociación que hace que las cosas bellas sucedan y además las cuenta.

Un comentario en «Frío presagio»

  • Pero …vamos a ver.¿ Nunca te dijeron de pequeñita que no te metieses en casa de extraños ?. ¡Y menos que aceptes comida por muy buena pinta que tenga!.
    {Muy majo el relato}.

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