Belén Solidario en el albergue de San Juan de Dios
Llegando al albergue me encuentro, el otro día, con algo inusual.
Un Belén Solidario se levanta ante mis ojos.
Puedo palpar el fango, destrucción y el horror vivido cerca de aquí.
Puedo diferenciar, entre otros, el olor a la muerte.
Puedo sentir con rabia y prepotencia la agonía de las gentes.
Recuerdo imágenes, vistas en internet, de coches ocupados por gentes horrorizadas que marchan arrastradas hacia su destino… quizás la muerte.
Ahora me fijo en el osito de peluche del Belén, lleno de fango y me pregunto… ¿Dónde está tu amito?¿Está vivo?¿Donde está?.
Luego contemplo imágenes de cierto señor atacado por gentes enfurecidas y rebotadas por su antipática forma de ayudar al pueblo con «el lodo al cuello».
Después me hago cruces sabiendo que buscan a los supuestos agresores en vez de cadáveres, incluso cuando uno de ellos es uno de los valientes que salvaron un montón de vidas esa noche.
¿Por qué no cogen una escoba y se ponen a barrer lodo?¿ Por qué no se ponen a buscar supervivientes? ¿Por qué no traen un contingente del ejército en condiciones para ayudar a esa gente y calmar su desdicha?.
¡Eso si! Lo que sí sabemos hacer es salir corriendo con el rabo entre las piernas hacia el Búnker de la Moncloa a llorar hasta que se nos pase el susto.
¿Cuándo aprenderemos que ante una catástrofe no existen políticos de izquierdas ni de derechas?. Solamente deben existir hombres capaces de ayudar en todo lo posible. Hasta entonces…
¡QUÉ DIOS NOS PILLE CONFESADOS!.
José Manuel Garrido
7 de diciembre de 2024