La belleza del silencio
Asunción, Paraguay. Desam. Ferrández, 19 de marzo de 2019
Tenía ganas de que llegara el fin de semana y tener tiempo libre para dedicarme a lo que más me gusta, leer.
El sábado después de la actividad matutina cuando el sol ya no quema y las tareas han sido cumplidas, me dispongo a deleitarme de mi maravilloso regalo.
La tarde ni siquiera estaba planificada y salió redonda, el mejor presente por abrir, lo destapo y me sumerjo en la lectura de “La belleza del silencio” de Vicente merlo y el grupo Akasha, donde mi pareja Jose Escudero ha escrito un capítulo bastante sonoro.
Curiosamente amenizo la lectura con música suave de mantras delicados, digo curiosamente por que a mí me encanta el silencio, y además estoy leyendo un libro que habla del silencio y la meditación. Ya hace tiempo que no pongo ningún tipo de música en casa, sin embargo, hoy me lo pide el cuerpo y no me resisto a esa solicitud.
Me doy cuenta de que estoy con la verborrea silenciosa de la lectura y el sonido magnífico que me envuelve, acompañando esto con un mate para rellenar esos silencios, esa nada entre una palabra y otra, observo mi mente como si se hubiera dividido para estar atenta en las dos acciones, la parte de delante del cerebro proyectado hacia fuera del cuerpo dedicándose solo al sonido, la parte posterior asentada cómodamente se dedica a las letras.
Vicente en su introducción ya me cautiva, ¿cómo es posible decir tanto sobre la ausencia de palabra? Relata una poesía maravillosa, pura concreción del silencio.
Y muchas perlas como: “Somos el espíritu libre más allá de los sufrimientos relacionados con la mente y con el cuerpo”.
El domingo sigo igual, parece que fuera una extensión del día anterior, aunque se ha incorporado un sonido nuevo, el de la lluvia, que felicidad escuchar como el sonido de las gotitas de agua golpean contra el cristal del ventanal, mientras las miro resbalar algunas despacio y otras veloces. Dejo la lectura y pongo el sonido de las esferas para deleitarme en esta contemplación donde el único silencio es el mío, seré simple pero esto me parece el colmo de la dicha: poder dedicarme a estar haciendo lo que quiero, a “no hacer nada”…entre comillas, ya que estoy leyendo, escuchando, saboreando, mirando y sintiendo…
Un pensamiento asoma y me recuerda que cuando llueve describimos este hecho como las inclemencias del tiempo, cuando realmente se debería decir las benevolencias del tiempo ya que el agua es la vida sagrada para la tierra, pero ¿cuando empiezan a ser inclemencias? Supongo que en cuanto hallan inundaciones o catástrofes, ya podríamos hablar de esas inclemencias, mientras tanto bendita lluvia.
El mejor obsequio para una mujer activa como yo: disfrutar del silencio externo, cultivando la quietud interna.
Termino, no con un silencio, termino con la mejor palabra, con la expresión más conveniente que pueda haber para diluir un silencio… GRACIAS
Adoro el silencio… Lo saboreo…
Pingback: Revista Susurros de luz Marzo | REVISTA IMO